martes, 26 de abril de 2011

De alegorías y pictogramas.


Según la definición que ofrece el Diccionario de la Real Academia Española, una alegoría es una ficción en virtud de la cual algo representa o significa otra cosa diferente, o bien (en otra acepción) la representación simbólica de ideas abstractas por medio de figuras, grupos de éstas o atributos.

En las últimas semanas, hemos visto reiteradamente en los medios de comunicación (incluso en este mismo blog) un símbolo que nos trae a la cabeza la idea de radiactividad (de hecho, es una clara representación gráfica, una alegoría, de la misma): se trata de un círculo rodeado por tres aspas, el grosor de las cuales aumenta a medida que se van alejando del centro.

Desde el pasado mes de marzo, estamos viendo este símbolo asociado con Japón, y utilizado de formas diversas para hacernos reflexionar sobre la tragedia que allí se vive. Lo hemos visto dibujado con colores distintos y en contextos diferentes.

Edo, por ejemplo, lo situaba en la zona frontal de la máscara protectora que lleva el único personaje de su chiste de fecha 16 de marzo de 2011, evocando con su círculo rojo central el país del Sol naciente (pues la bandera japonesa consta, precisamente, de un círculo rojo sobre fondo blanco):
























Hammad lo transformaba, en su ilustración de fecha 15 de marzo de 2011, en una multitud que, dividiéndose, marchaba en tres sentidos distintos alejándose del círculo rojo central (Japón, de nuevo):



















Nemo, por su parte, lo utilizaba también el pasado mes de marzo para representar un sinfín de partículas radiactivas que ascendían hacia el cielo tras brotar de un volcán azotado por el tsunami:




















En realidad, ese símbolo se utiliza como pictograma para avisar sobre la presencia de materias radiactivas: un pictograma es un dibujo esquemático que, sobre una forma geométrica concreta y con un color determinado, se emplea en el ámbito laboral para describir una situación determinada. Los hay de muchos tipos (de prohibición, de obligación, indicaciones de salvamento o socorro, ...), y la que nos ocupa es, como se ha dicho, de advertencia: pero, tal como lo describe el Real Decreto 485/1997 sobre disposiciones mínimas en materia de señalización de seguridad y salud en el trabajo (que supone la transposición al Derecho español del contenido de la Directiva 92/58/CEE del Consejo de Europa), debe aparecer con unas características determinadas: el color del símbolo debe ser negro, recortándose sobre el fondo amarillo de una figura triangular con bordes negros en la cual el color amarillo deberá cubrir, como mínimo, el 50 por ciento de la superficie de la señal:





















En la vida diaria, sin embargo (al igual que en el humorismo gráfico, que es, como sabemos, un reflejo de la vida diaria, si bien habitualmente caricaturizada y, por tanto, distorsionada como en un espejo de feria), no siempre hallamos esta señal con todos sus requisitos, sino que es frecuente encontrarla de colores diversos y/o sobre fondos variados, como en el chiste de Gras con el que cerramos esta entrada, aparecido en El Jueves nº 1770 (del 20 de abril de 2011) y para cuya comprensión recomendamos la lectura o relectura de nuestra entrada del pasado 16 de abril, referida a la Escala Internacional de Accidentes Nucleares (INES):

domingo, 24 de abril de 2011

Quinto Concurso de Humor Gráfico y Salud: el sida.


Esta semana se ha dado a conocer el fallo del jurado del 5º Concurso de Humor Gráfico y Salud que convoca cada dos años la Facultad de Medicina de la Universidad de Lleida y la asociación Humoralia. En esta edición, el tema sobre el que debían versar los chistes presentados al concurso era el sida.

El primer premio ha sido para el chiste titulado “Díselo sin flores”, de Javier Zapatero (Zapa), un creativo publicitario de Madrid que se dedica al dibujo humorístico como hobby. Es su primer premio en este ámbito, aunque ya ha sido galardonado internacionalmente en más de una ocasión por sus trabajos publicitarios:























Según explica su autor, la obra, que se basa en el lema de una conocida campaña publicitaria, quiere expresar la necesidad de normalizar el uso del preservativo para evitar la transmisión de la enfermedad.

El segundo premio, por su parte, ha recaído en una obra del ilustrador y dibujante zaragozano David Vela que recrea la escena del pecado original protagonizada por Adán y Eva, para incidir igualmente en la necesidad de utilizar el preservativo, si bien, en su caso, destacando la importancia de prevenir la transmisión en el tercer mundo:


viernes, 22 de abril de 2011

Los Equipos de Protección Individual


Hoy, 22 de abril, es el Día de la Tierra.

Desde su tira publicada en El País, Ramón nos lo recuerda presentando al planeta enfundado en un traje anti-radiación, dejando escapar una lágrima silenciosa mientras agradece la felicitación que recibe de una réplica de menor tamaño (presumiblemente la luna) igualmente pertrechada contra las radiaciones:







¿En qué consiste la protección que proporcionan estos trajes?

En general, la eficacia de la ropa que protege frente a radiaciones ionizantes se basa en el principio del apantallamiento, es decir, en que ejerzan una función de pantalla que dificulte o impida la penetración de las partículas radiactivas (como los mandiles y guantes forrados de plomo, por ejemplo): los trajes anti-radiación están fabricados con fibras de metales pesados como el plomo (que es uno de los materiales que, por su densidad, se han demostrado más eficaces, si bien tienen el inconveniente de que resultan pesados y escasamente flexibles), aunque actualmente están desarrollando nuevas fibras más ligeras de polímeros con propiedades parecidas a las de estos metales.

En el ámbito laboral, este tipo de trajes se engloban dentro de los llamados Equipos de Protección Individual (identificados frecuentemente con el acrónimo EPI), que se definen como “cualquier equipo destinado a ser llevado o sujetado por el trabajador para que le proteja de uno o varios riesgos que puedan amenazar su seguridad o su salud en el trabajo, así como cualquier complemento o accesorio destinado a tal fin”.

Lógicamente, los EPI, que constituyen la última barrera entre el trabajador y el riesgo, deben usarse cuando los riesgos no se hayan podido evitar o no puedan limitarse suficientemente por medios técnicos de protección colectiva o mediante medidas, métodos o procedimientos de organización del trabajo. Es decir, la protección individual tiene la consideración de medida de carácter excepcional a la que tan sólo se debe recurrir cuando se han agotado todas las vías alternativas que preceptivamente se deben implantar para eliminar el riesgo.

La Unión Europea ha desarrollado normativa (que resulta de aplicación en España) para regular los equipos de protección individual en un doble ámbito: por un lado, disposiciones dirigidas a regular la fabricación, distribución o comercialización de estos productos en territorio europeo; por otro lado, disposiciones dirigidas a los empresarios para regular la utilización de los EPI. El segundo de estos bloques normativos afecta únicamente al ámbito laboral, pero no regula la utilización de cualesquiera de estos equipos fuera de este ámbito (como la que proponía Bob Englehart en The Hartford Courant coincidiendo con la festividad americana de Halloween del año 2009), la cual podría ser regulada por cada uno de los Estados miembros dependiendo de variables como que su uso resultara molesto, insalubre o peligroso para otras personas, o incluso que pudiera crear una alarma social innecesaria:

miércoles, 20 de abril de 2011

Radiaciones ionizantes: los efectos de diversas dosis.

El pasado 21 de marzo, Briant Arnold publicó, en la página web Cartoon A Day, un curioso póster en el que expone los efectos de las diversas dosis de radiación, medida en miliSieverts (mSv), utilizando un código de colores para diferenciar la exposición aguda (verde) de la exposición acumulada a lo largo de un año.

El póster lleva por título “Lo que necesitas saber sobre la radiación”, y, según declaración de su autor, decidió hacerlo para poner en perspectiva la información proporcionada por los responsables de salud de Japón sobre la radiación a la que habían estado expuestos los trabajadores del Plan de Emergencia de Fukushima (los que ya son internacionalmente conocidos como “los héroes de Fukushima” por haber permanecido en la planta, llevando a cabo los trabajos necesarios para evitar que el desastre fuese mucho peor de lo que ha sido).

Hemos buscado en la obra el toque de humor, asumiendo que habría alguno, y únicamente hemos encontrado (aparte del aspecto caricaturesco de los dibujos que se incluyen) la referencia a la dosis necesaria (aproximadamente 900 mSv de radiación gamma) para la creación de Hulk: en efecto, Hulk (conocido en España, durante muchos años, como La Masa) es un personaje de ficción (concretamente, un superhéroe de cómic) creado en 1962 por Stan Lee y Jack Kirby, los cuales propusieron que su origen tuvo lugar merced a la exposición accidental a una dosis masiva de radiación gamma por parte de un científico, quien, a partir de aquel momento, se convertiría ocasionalmente en un monstruo de piel verde y fuerza descomunal con voluntad propia.

Al margen de esa broma (obviamente, no existe ninguna dosis de radiación gamma adecuada “para crear superhéroes”, a pesar de lo que se afirma en este póster), el resto de la información que en él se incluye está adecuadamente documentada, por lo que hemos querido incluir aquí una reseña del mismo, a pesar del pequeño tamaño de la letra (somos conscientes de que,  pesar de que pulsando sobre la imagen se aumenta su tamaño, hay frases prácticamente ilegibles, pero lamentablemente la imagen incluida en Cartoon A Day no tiene un tamaño mayor) y de que está en inglés.
























Hemos de matizar, no obstante, que en España el límite de dosis efectiva de radiación ionizante para trabajadores expuestos viene establecido por el Real Decreto 783/2001 por el que se aprueba el Reglamento sobre protección sanitaria contra radiaciones ionizantes, y será de 100 mSv durante todo período de cinco años consecutivos, sujeto a una dosis efectiva máxima de 50 mSv en cualquier año. Realmente, no es diferente de lo que el póster constata (puesto que se trata de una norma basada en planteamientos científicos, los diferentes países tienden a coincidir en su reglamentación), pero nos ha parecido importante llamar la atención sobre ello.

Las siglas EPA, que aparecen reiteradamente, corresponden a la Agencia de Protección Medioambiental (Environmental Protection Agency) de los Estados Unidos de América.

Y sí, la combustión de tabaco emite radiaciones: concretamente, de tipo alfa, pues el humo del tabaco contiene polonio, que es una fuente de este tipo de radiación, y se ha comprobado que, por sí solo, puede provocar cáncer (la cantidad de polonio es variable, por lo que la dosis de radiación que el póster propone para un consumo anual de un paquete y medio no debe considerarse más que como una simple aproximación).


lunes, 18 de abril de 2011

Contaminación radiactiva.


Hace unos dias (con fecha de portada 8 de abril de 2011) apareció en los kioscos el número 1 de una nueva revista de humor, titulada El Clímaco. No se trata, en realidad, del primer ejemplar, pues hubo un número 0, de presentación, que se publicó en marzo, pero es a partir del número 1 que la revista se plantea como semanal. Aunque incluye muchas secciones de texto, la historieta y el humor gráfico suponen una parte importante de su contenido, con aportaciones de autores como Josep Busquet, Alex Fito, José Miguel Álvarez, José Fonollosa e Idoia Iribertegui, entre otros.

Entre las secciones que parecen tener vocación de continuidad, se incluye una historieta de Josep Busquet y Manuel M. Vidal titulada Bar La Calle, que aborda el tema del accidente nuclear de Japón sobre el que venimos hablando en nuestras entradas anteriores:























En realidad, la reflexión en que se basa el chiste no es tan disparatada. Aunque en la fecha de elaboración de esta historieta aún no se había reconocido que la crisis nuclear de Fukushima alcanzaba una clasificación de nivel 7 en la escala INES (véase la entrada anterior de este mismo blog), hoy sabemos que se ha producido la liberación al exterior de materiales radioactivos con amplias repercusiones nocivas para la salud y el medio ambiente.

El gobierno chino ha anunciado que se ha detectado radiactividad procedente de la accidentada central nuclear de Fukushima en muy diversas zonas de China, si bien en niveles tan bajos que no representan un riesgo para la salud de su población.

¿Cómo puede diseminarse la radiación en el entorno?

En el caso de Chernobil, sabemos que el principal factor que intervino fue el viento: se liberaron sustancias radiactivas al aire, y debido al intenso calor provocado por el incendio (el reactor nuclear de Chernóbil incluía grafito, una sustancia que acumula calor, lo cual creó un incendio que tardó varios días en ser apagado y dificultó todos los trabajos), se elevaron en la atmósfera, dispersándose en ella. Aunque fundamentalmente el viento la dirigió a las estepas desiertas del norte de Ucrania, hay pruebas de que también se extendió a gran parte de Europa. No obstante, la radiación no se diseminó uniformemente por las regiones adyacentes, sino que se repartió de forma irregular dependiendo de las condiciones meteorológicas.

Otra posible forma de diseminación es a través de animales (que ingieran sustancias radiactivas) y sus productos, o a través de plantas (que puedan captar sustancias radiactivas en su superficie o incorporarlas desde el suelo, y sean transportadas posteriormente a otras zonas por el ser humano para su consumo).

En el caso de Fukushima, otra vía de diseminación puede ser, obviamente, el agua marina, junto a la flora y fauna marinas, pues se está vertiendo agua contaminada al océano.

Y aunque a nadie se le ocurriría la temeridad de que hacen gala los personajes del chiste de Faro (publicado en su propia página web: e-faro) con el que cerramos esta entrada, no cabe duda de que el organismo humano puede incorporar material radiactivo por consumo de alimentos contaminados, lo cual explica la necesidad de hacer análisis a los productos biológicos importados que procedan de zonas cercanas a Fukushima.

sábado, 16 de abril de 2011

La Escala Internacional de Accidentes Nucleares (INES)

Desde que sabemos que en Japón se están vertiendo al océano miles de toneladas de agua contaminada con material radioactivo procedente de la planta nuclear de Fukushima, múltiples humoristas han mostrado preocupación por las consecuencias que dichos vertidos podrían tener para el medio ambiente.

El 30 de marzo, unos días después de que las autoridades japonesas recomendaran que los bebés evitaran beber agua del grifo debido a los elevados niveles de radioactividad detectados en ella, pues los niveles de yodo radiactivo detectado en el agua del grifo de Tokio eran de 210 bequerelios por kilogramo (el bequerelio (Bq) es la unidad internacional de radiactividad, y equivale a una desintegración radiactiva por segundo, siendo los límites recomendados como seguros por las autoridades sanitarias internacionales de 300 Bq para adultos y 100 Bq para bebés e infantes), Gras presentaba, en el número 1766 de El Jueves, un monstruo con aspecto de anfibio emergiendo de un vaso de agua:


Exactamente una semana más tarde, en el número 1767 de la misma revista, Jotajota especulaba sobre las posibles consecuencias que el vertido podría tener para la fauna marina:






















Ramón, autor que publica diariamente en El País una tira protagonizada por animales (Hipo, Popo, Pota y T@mo), ha aludido reiteradamente al asunto en la última semana (véanse las tres tiras siguientes, correspondientes a los días 10, 13 y 14 de abril):






















La desconfianza en la información ofrecida por las autoridades japonesas que se evidencia en esta última tira es otra constante reiterada en la obra de múltiples autores. Claros ejemplos de ello son, también, el chiste de El Roto aparecido en El País el 15 de abril, la tira de la misma fecha del propio Ramón, y el chiste que los norteamericanos Glenn y Gary McCoy presentaron el 2 de abril en su serie The Flying McCoys:






















































No obstante, esta semana Japón ha elevado la valoración de la catástrofe de la central nuclear de Fukushima a un nivel 7, el máximo de la Escala Internacional de Accidentes Nucleares (International Nuclear Event Scale, INES), una clasificación que propone el Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA) para "comunicar al público de manera rápida y coherente la importancia desde el punto de vista de la seguridad de sucesos asociados a las fuentes de radiación".

La escala en cuestión es la siguiente:

Niveles de gravedad de sucesos nucleares y radiológicos:
Nivel 0 / Debajo de la escala: Sin significación para la seguridad.
Nivel 1 - Anomalía: Problemas de seguridad menores sin impacto en la población o el medio ambiente. Por ejemplo, robo o pérdida de una fuente de radiactividad de baja intensidad.
Nivel 2 - Incidente: Exposición de una persona del público por encima de 10 milisieverts (mSv) o de un trabajador por encima de los límites anuales reglamentarios. Niveles de radiación superiores a 50 mSv/h en una zona de operación no prevista.
Nivel 3 - Incidente importante: exposición diez veces superior al límite anual establecido para la exposición de los trabajadores con efectos sanitarios no letales (quemaduras). Contaminación grave en una zona no prevista.
Nivel 4 - Accidente con consecuencias locales: liberación menor de materiales radiactivos. Al menos una muerte por radiación. Fusión de combustible o daño que provoca una liberación superior al 0,1% del inventario del núcleo. Liberación de cantidades considerables de materiales radiactivos dentro de una instalación.
Nivel 5 - Accidente con consecuencias de mayor alcance: liberación limitada de materiales radiactivos. Varios fallecimientos por radiación. Daños graves en el núcleo del reactor. Liberación de grandes cantidades de materiales radiactivos dentro de una instalación, con alta probabilidad de exposición del público, provocada posiblemente por un incendio o un accidente de criticidad grave.
Nivel 6 - Accidente importante: liberación importante de materiales radiactivos, que probablemente requiere la aplicación de las contramedidas previstas.
Nivel 7 - Accidente grave: liberación grave de materiales radiactivos con amplios efectos en la salud y el medio ambiente, que requiere la aplicación y prolongación de las contramedidas previstas.

Hasta este año, en la historia de la humanidad únicamente en una ocasión (el accidente de Chernobil) se había alcanzado un nivel 7.

El accidente de Chernobil (en Ucrania) tuvo lugar en abril de 1986, hace en torno a 25 años. Considerado uno de los mayores desastres medioambientales de la historia, sus enormes consecuencias pudieron atribuirse a una falta de seguridad adecuada en el diseño de la central afectada, la cual ni siquiera tenía estructuras adecuadas de contención. El que un accidente de magnitud equiparable tenga lugar ahora en Japón, un país que sin duda se encuentra en la vanguardia del desarrollo tecnológico, trae de nuevo a la palestra, y con fuerza, el debate sobre la seguridad de la energía nuclear.

Eneko, en 20 minutos, se adelantaba el 30 de marzo al anuncio de la gravedad del accidente con una viñeta que hacía evolucionar la representación gráfica de un átomo a una alegoría del cuadro impresionista El Grito (en noruego Skrik), del autor noruego Edvard Munch, una de las obras pictóricas que mejor han reflejado la desesperación (de hecho, la primera versión del cuadro llevaba, precisamente, este título) y la angustia:























miércoles, 13 de abril de 2011

Radiaciones y embarazo

En fecha de hoy 13 de abril, el blog de humor Irreverendos incluye un chiste de Enrique Bonet titulado “Uno que estuvo en Japón” en el que se atribuyen a las radiaciones la aparición de malformaciones, pues presenta a un individuo con múltiples alteraciones físicas, entre las que se incluyen (además de quemaduras cutáneas, aparente pérdida de párpados, de cejas e incluso de algún diente, y una evidente distensión de abdomen), la aparición de dos manos extra (que brotan de sendos hombros) y dedos supernumerarios (es decir, dedos de más en cada mano):























Es evidente que el chiste basa su efecto precisamente en la exageración, pues entre las consecuencias de la exposición de un individuo adulto a radiaciones no se encuentran las malformaciones. Sí podría ocurrir, no obstante, que la exposición a radiaciones ionizantes de una mujer embarazada tuviera como consecuencia la aparición de malformaciones en el embrión que se está formando en su útero.

Los efectos de las radiaciones ionizantes sobre el embrión o feto (en el ser humano, hablamos de embrión hasta la octava semana de embarazo, y de feto en las semanas siguientes) dependen por completo de la fase del embarazo en la cual la madre se ve expuesta a las radiaciones.

Los estudios de investigación que se han realizado al respecto nos indican que, en general, dosis por debajo de 100 mSv (el mili Sievert -mSv- es la milésima parte del Sievert -Sv-, el cual, a su vez, es una de las unidades que mencionábamos en nuestra entrada anterior) recibidos por el embrión o feto, no producirán efectos en su desarrollo.

Si dosis mayores a 100 mSv se reciben en la llamada etapa de preimplantación (en las dos primeras semanas, antes de que el embrión se fije -se implante- en el útero), el efecto más probable es el de muerte embrionaria, con lo cual se produciría un aborto (con una alta probabilidad, la mujer no llegaría a saber que el embarazo se había producido).

Cuando la radiación actúa en la etapa de organogénesis (entre la tercera y la octava semana, que es cuando se están formando los distintos órganos), se ha comprobado en animales de experimentación que pueden aparecer anomalías esqueléticas, oculares, genitales y retraso en el crecimiento. La dosis mínima requerida para causar un incremento de malformaciones en estos animales es del orden de 500 mSv. Se acepta, como se ha dicho arriba, que en el ser humano no hay un riesgo apreciable de que se produzca ningún efecto de este tipo si la dosis es inferior a 100 mSv.

En el periodo fetal temprano, entre la semana novena y la vigésimoquinta, el efecto más importante detectado es el retraso mental, de mayor o menor gravedad. La dosis necesaria para producirlo aumenta a medida que progresa el embarazo, de modo que sabemos (por datos obtenidos en supervivientes de Hiroshima y Nagasaki embarazadas en aquel momento) que, entre la semana 16 y la 25, la dosis mínima para que se produzca un retraso mental severo en este estadío del embarazo es, aproximadamente, de 500 mSv.

En el periodo fetal tardío, a partir de la semana vigésimosexta, no es previsible la aparición de los efectos mencionados anteriormente, pero puede verse incrementada la probabilidad de incidencia de cáncer o de leucemia en los niños que han sido irradiados durante el embarazo, así como un aumento de la morbilidad en torno al parto o después del nacimiento.

La ecografía es una técnica diagnóstica que NO emplea radiaciones ionizantes (emplea ultrasonidos, los cuales no son radiaciones ionizantes): por eso, dado que sabemos que es inocua sobre el embrión y sobre el feto, es la técnica de elección que se utiliza para valorar sus estructuras y su desarrollo dentro del útero materno. El chiste con que termina esta entrada, que se refiere, precisamente, al uso de la ecografía en el embarazo, es de Ana von Rebeur, y fue incluido en su blog Superpoderosas en marzo de 2010:


martes, 12 de abril de 2011

Radiaciones.

Desde que tuvimos conocimiento de la magnitud de la tragedia que afecta a Japón, los medios de comunicación social han manifestado reiteradamente preocupación acerca del efecto que podrían tener las radiaciones sobre la salud de los japoneses. Especialmente representativos de lo anterior resultan la portada del número 1765 de El Jueves (correspondiente al 23 de marzo de 2011), de Pallarés, y los chistes de Lejeune y de Cáneba que pueden verse a continuación, aparecidos respectivamente en El Jueves nº 1764 (del 16 de marzo de 2011) y en el ya mencionado El Jueves nº 1765:


























































Las radiaciones son un tipo de energía que forma parte de la naturaleza. En condiciones normales hay radiaciones en el medio ambiente: son lo que llamamos radiación ambiental. Gran parte del material del suelo terrestre emite radiaciones, y también las estrellas (en nuestro caso, muy especialmente el sol), y la atmósfera ejerce una función protectora, comportándose como una especie de pantalla que filtra las radiaciones procedentes del exterior (radiaciones cósmicas). Ese es precisamente el motivo por el cual el aumento del llamado agujero de la capa de ozono resulta peligroso: se trata de un debilitamiento de esa pantalla protectora, permitiendo que pase desde el exterior más radiación de la deseable.

Además de fuentes naturales, existen también fuentes artificiales de radiación, pues las radiaciones resultan útiles en múltiples aplicaciones. Por ejemplo, en medicina nos proporcionan valiosas herramientas para diagnóstico (muchas de las que llamamos pruebas de diagnóstico por imagen, incluyendo las radiografías simples) y valiosos recursos terapéuticos (como la radioterapia, que es uno de los tratamientos que se usan contra el cáncer).

En condiciones controladas, las radiaciones no tienen consecuencias destacables para la salud. Los problemas vienen (como ha ocurrido en Japón) cuando escapan a control, como nos recordaba Mel en Diario de Cádiz el 17 de marzo de este mismo año:










Hay diversos tipos de radiación, y sus efectos son muy diferentes. Por ejemplo, la luz es un tipo de radiación (radiación lumínica o energía lumínica) que, tal como se encuentra en la naturaleza, no suele resultarnos nociva, aunque algún autor ingenioso (concretamente el dibujante argentino Andrés Diplotti, que colgó esta advertencia en su blog La Pulga Snob el pasado 5 de abril de 2011) se dedique a alertarnos sobre sus riesgos (ojo: se trata, obviamente, de una broma):
























Más peligrosas son las llamadas radiaciones ionizantes, que son aquellas radiaciones con energía suficiente para ionizar la materia, es decir, para hacer que desprendan electrones. Entre las que se encuentran de forma natural en la corteza terrestre pueden mencionarse las partículas alfa, beta, gamma y rayos X.

En general, podemos afirmar que cuanto más joven es una persona, más sensible es al efecto de las radiaciones ionizantes, pues los tejidos en proliferación o crecimiento son más sensibles que los tejidos maduros. Los niños, por tanto, son más sensibles que los adultos. Y una mujer embarazada expuesta a radiaciones puede quedar indemne mientras que el feto que se aloja en su útero puede verse afectado. Tampoco los distintos tejidos tienen la misma sensibilidad cuando se ven expuestos a radiaciones, pues hay tejidos mucho más resistentes que otros.

Tenemos dos unidades de medida que resultan esenciales en radioprotección. El Gray es la unidad que mide la dosis de radiación absorbida por el cuerpo. El Sievert, por su parte, es una unidad que relaciona esa dosis absorbida con el riesgo de producir efectos nocivos sobre el organismo, y su cálculo es más complejo, pues, partiendo de la dosis absorbida, introduce una serie de factores de corrección dependientes del tipo de radiación, del tipo de exposición y de la sensibilidad específica de cada órgano o tejido afecto: la piel y los huesos son los que consideramos menos sensibles.

El tipo de exposición puede ser externa (a través de la piel) o interna: a veces, en los tratamientos radioterápicos, la fuente de radiación se introduce dentro del organismo (en la llamada braquiterapia, para la cual se suelen aprovechar los orificios naturales del cuerpo), y la radiación también puede inhalarse (con partículas que entran por la vía respiratoria) o ingerirse con los alimentos (como nos sugirió Alfons López en nuestra última entrada, o como también nos recordaba el mismo autor en Público el pasado 27 de marzo de 2011):


















La piel, por su parte, aunque no se cuenta entre los tejidos más sensibles, es la capa más externa de nuestro organismo, por lo cual, ante una exposición externa, suele ser la que más directamente se ve afectada y la que más dosis absorbe. Dosis altas en un corto periodo de tiempo dan lugar a quemaduras importantes en la piel, con caída del pelo y de las uñas (como vimos en nuestra entrada anterior, cuando hablábamos de los efectos agudos). Obviamente, cuanto mayor sea la dosis, más profunda será la quemadura, siendo la superficie ósea la que ofrece más resistencia, como mostró Alfons López en Público el 21 de marzo de 2011:

domingo, 10 de abril de 2011

Paradoja.


Una paradoja es un recurso literario consistente en emplear expresiones o frases que envuelven contradicción. Por extensión solemos utilizar ese término para referirnos a aquellas situaciones en las que detectamos una contradicción evidente.

Una paradoja es lo que nos presenta Alfons López en su chiste aparecido en Público ayer 9 de abril:


















Aún cuando en el chiste no se especifica, puesto que el personaje que aparece tiene rasgos asiáticos, podemos asumir que se trata de un japonés y que el negocio al que se refiere es el de exportación de alimentos procedentes del mar (pues se trata de una clara referencia a la contaminación radiactiva del agua marina en las cercanías de la central nuclear de Fukushima, en Japón).

Sería, obviamente, una paradoja que, aún incluyendo esa clara advertencia, los productos que este personaje vende tuviera aceptación en el mercado. Los efectos perjudiciales de las radiaciones sobre el organismo humano son diversos: dosis altas a corto plazo producen, entre otros síntomas, quemaduras, caída de pelo, diarrea, vómitos, o destrucción de la mucosa intestinal o de la médula ósea que pueden conducir a la muerte de la persona expuesta (son lo que llamamos efectos agudos), y sabemos que dosis repetidas se comportan de un modo acumulativo, pudiendo, a largo plazo, producir los que llamamos efectos crónicos, fundamentalmente cáncer: por ello, no resulta fácil entender que alguien quisiera consumir pescado contaminado con radiación si está avisado de que su consumo puede afectar gravemente a su salud.

El chiste adquiere todo su sentido cuando reparamos en que precisamente esa es la advertencia, sin paliativos, que incluyen desde hace años todas y cada una de las cajetillas de cigarrillos (a pesar de que, en la actualidad, el carácter nocivo del hábito de fumar tabaco es ampliamente conocido por la población general), y que, sin embargo, muchas personas siguen interesadas en consumirlos.

Esa es la paradoja.