domingo, 24 de noviembre de 2013

¿Está cambiándonos Internet?


En 2011, Nicholas George Carr fue finalista del Premio Pulitzer por un trabajo en el que planteaba la constatación de que Internet no sólo ha supuesto una revolución en la forma de compartir información y de interactuar, sino que además, y precisamente por ello, tiene potencialidad para cambiarnos a nosotros mismos: el libro, publicado en España con el título “Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?”, desarrolla la hipótesis de que, mientras disfrutamos de las bondades de la Red, estamos sacrificando nuestra capacidad de leer textos largos y complejos, y, al mismo tiempo, nuestra capacidad de mantener la concentración y de reflexionar.

¿Puede ser cierto? Es un debate abierto, pero son muchos los que tienen esa percepción. Nos estamos haciendo más hábiles para captar y asimilar superficialmente la información, que nos llega en fragmentos pequeños, muy dispersa e interrumpiéndonos de forma continua (hipervínculos que nos permiten y facilitan discontinuar la lectura del texto principal, mensajes de texto o comentarios en las redes sociales en las que participamos, avisos recurrentes de llegada de correo que nos apresuramos a consultar, páginas que se abren espontáneamente de forma no solicitada -pop-ups- en la pantalla de nuestro ordenador, ...); pero, como consecuencia de todo ello, podemos estar perdiendo la capacidad de mantener la concentración en un mismo asunto durante periodos largos de tiempo, y de reflexionar pausadamente sobre lo mismo.

Ya en ese mismo año 2011 (el 8 de diciembre, en El País), El Roto presentó una viñeta en la que plasmaba con contundencia esa misma reflexión: ¿estamos perdiendo capacidad de atención y concentración como consecuencia del uso de Internet?:






















Y unos meses más tarde (el 30 de octubre de 2012, en el mismo diario) insistía en la misma idea:























Muy recientemente, ha sido Mel (el pasado 14 de este mismo mes de noviembre) quien ha vuelto a plantear la hipótesis, proponiendo como título de su chiste una palabra (Diginvolución), híbrida entre involución y digital, que bien podría servir para designar el fenómeno:











El asunto, como puede deducirse, no es trivial. Si bien es una obviedad que no renunciaremos a las enormes ventajas que Internet nos proporciona, y que es razonable asumir, en un plazo más o menos largo, el cambio paulatino del formato de libro (o revista) en papel al formato de libro (o revista) digital, sería preocupante que las generaciones que están creciendo inmersas en este bombardeo de información digital perdieran la capacidad de disfrutar de una lectura sosegada y reflexiva. Algo sobre lo que ya llamaron la atención hace años Randy Glasbergen o Forges: