sábado, 17 de abril de 2010

Gripe A (XV): Generalidades sobre las medidas preventivas frente a enfermedades infecciosas.


En el caso de las enfermedades infecciosas, las medidas preventivas van dirigidas a evitar la infección o a disminuir las consecuencias de la misma.

Lo ideal sería, por supuesto, evitar el contagio (es decir, evitar que nuestro organismo entre en contacto con el germen que produce la enfermedad), pero, puesto que ello no siempre es posible, hay que poner en marcha también medidas orientadas a conseguir que las personas infectadas no desarrollen la enfermedad o que, en caso de aparecer, ésta curse de la forma más leve posible.

Las posibilidades de actuación son muy diversas. En cualquier caso, las medidas a adoptar no solamente deben ser eficaces, sino que también deben ser proporcionadas al riesgo, pues en sí mismas pueden resultar incómodas, molestas, o conllevar cierto riesgo asociado. Precisamente con la desproporción y la exageración obvia jugaba Santi Orue, a inicios del mes de septiembre pasado (en El Jueves nº 1684, publicado el 2 de septiembre de 2009), al proponer una serie de medidas disparatadas entre las que se incluía un traje aislante como atuendo infantil para la reincorporación al colegio:

























Con una intención didáctica, las medidas preventivas pueden clasificarse en aquéllas que se adoptan sobre la posible fuente de infección, aquéllas que se adoptan sobre el medio ambiente y aquéllas que se adoptan sobre las personas sanas que podrían contagiarse (a quienes llamaremos huéspedes potenciales).

Las fuentes de infección, cuando nos referimos a enfermedades infecciosas en general, pueden ser muy variadas: animales, agua, alimentos, ... o incluso las propias personas enfermas. En el caso de la gripe pandémica H1N1, el virus pasó del cerdo al ser humano: de esa forma se inició una enfermedad humana que llegó a convertirse en pandemia, y cuya diseminación posterior se explica por contagio de una persona a otra. Ya hemos visto en entradas anteriores que los virus de la gripe pueden permanecer en algunos animales en los periodos entre una epidemia humana y la siguiente: a esos animales los llamamos reservorios, o reservorios naturales del germen, y en ellos el germen puede permanecer durante largos plazos de tiempo.

Las medidas que se adoptan sobre el medio ambiente (en el cual consideramos incluidos los fomites, que, como ya vimos, son los objetos o elementos inanimados que se comportan como intermediarios en el proceso de transmisión) buscan disminuir la presencia en el mismo de los gérmenes (o de su capacidad infectante).

Y, por último, las medidas que se adoptan sobre el individuo sano que podría contagiarse (a quien hemos llamado huésped potencial) pueden ser, también, muy diversas. Una de ellas busca entrenar el sistema inmunitario de estas personas, antes de un posible contagio, para que pueda luchar eficazmente contra el germen en caso de que la infección se produzca, y que de esa forma la enfermedad no llegue a aparecer: se trata de las vacunas.

Las vacunas, por tanto, no buscan evitar la infección: buscan evitar la aparición de enfermedad en las personas infectadas.

Cuando se inicia una pandemia, las autoridades sanitarias y la comunidad científica ponemos muchas esperanzas en el desarrollo de una vacuna eficaz, pues con frecuencia, como hemos dicho, impedir el contagio no es fácil (muy especialmente en el caso de la gripe, que, como ya vimos, es una enfermedad muy contagiosa). Durante la pandemia de gripe H1N1, algunos autores se han pronunciado en contra de esta fe en las vacunas, dejando ver que la consideraban injustificada, desproporcionada, o alentada por quienes podrían hacer negocio con su comercialización. Valgan como ejemplo de lo dicho los dos chistes que presentamos a continuación, el primero de ellos de Martínez (publicado el 17 de julio de 2009 en El Mundo) y el segundo de El Roto (publicado el 15 de octubre de 2009 en El País):












Ojalá que algún día las vacunas dejen de ser necesarias. Hoy día, por el contrario, son tremendamente útiles, y una de las medidas preventivas más eficaces frente a las enfermedades infecciosas. Recordemos que la única enfermedad infecciosa que los seres humanos hemos conseguido erradicar de la faz de la Tierra, la viruela (causada también por un virus), fue vencida, precisamente, gracias a su vacuna: se trataba de un virus que, afortunadamente, carecía de reservorio natural al margen del ser humano, por lo cual, una vez que la población humana estuvo convenientemente inmunizada, el virus dejó de encontrar un huésped adecuado en la naturaleza.