El pasado 9 de diciembre de 2011, el humorista chileno Olea presentó, en su blog Oleísmos, a Santa Claus relacionando la aparición de un pelo negro en su barba con su propio envejecimiento:
El color del cabello (al igual que el color de la piel) depende de un pigmento llamado melanina, que se produce en las células conocidas como melanocitos. La diferencia de color del pelo entre distintas personas depende de la mezcla de diferentes cantidades de dos variantes del pigmento (la feomelanina, más clara, y la eumelanina, más oscura), cuya proporción viene condicionada por factores genéticos. Lo habitual es que esa pigmentación varíe conforme avanza la edad del individuo. Generalmente, el pelo sufre un proceso que lo oscurece entre la infancia y la adolescencia. Después la tonalidad del cabello alcanza una fase estacionaria y posteriormente, con el paso del tiempo, los melanocitos pierden, primero, su función, y luego desaparecen: por ello, alcanzada la madurez, nuestro cabello pierde pigmentación, pasando primero a gris y luego a blanco, de forma gradual y no uniforme.
Aunque ese proceso de pérdida, irreversible una vez instaurado, no es exclusivo de los cabellos, sin embargo en la piel su manifestación no resulta tan evidente, pues ésta mantiene el color mucho mejor.
Canicie es el nombre que recibe la progresiva pérdida de color del pelo (cada uno de esos cabellos blancos se llama, entonces, cana), y es un hecho fisiológico: no se trata, pues, de una enfermedad, sino de un fenómeno ligado al inevitable proceso de envejecimiento a que todos estamos sujetos (como suele decirse al hablar de envejecimiento, “la alternativa sería mucho peor”).
En muchas culturas, las canas se han relacionado con sabiduría y conocimiento: cierto es que, en general (hay excepciones, pues existe la posibilidad de que aparezcan de forma precoz), la canicie fisiológica (también llamada de la senectud) puede relacionarse con la experiencia, y, por eso mismo, con la sabiduría ligada a la misma (como destaca nuestro refranero, “más sabe el diablo por viejo, que por diablo”). Precisamente para indicar su longevidad, Papá Noel siempre se representa como un hombre viejo. Los rasgos fundamentales de su imagen actual se atribuyen al dibujante alemán Thomas Nast, quien lo presentó como un anciano obeso y bonachón en unas ilustraciones navideñas aparecidas en el periódico estadounidense Harper’s Weekly Newspaper a partir de 1863: