En el estómago se produce ácido para facilitar la digestión de los alimentos: concretamente, se trata de ácido clorhídrico.
Hoy sabemos que el estrés agudo se relaciona con la aparición de úlceras gastrointestinales. Estudios en animales han demostrado que las ratas que habían sido sometidas a estrés de forma controlada desarrollaban úlceras gástricas con mayor frecuencia que las que no lo habían sido. También hay estudios epidemiológicos realizados sobre poblaciones humanas que constatan que, en situaciones de estrés colectivo (por ejemplo, en alertas por ataque aéreo durante una guerra, o en bombardeos intensos de un mismo núcleo urbano) aumenta la prevalencia de úlceras gastrointestinales o de sus complicaciones.
Cuando una persona se ve sometida a una situación de estrés importante, se ponen en marcha diversos mecanismos en su organismo que priorizan el riego sanguíneo de estructuras como el corazón y la musculatura voluntaria (en términos biologicistas, podríamos decir que el cuerpo se prepara para la lucha o para la huida), en detrimento de estructuras (como el estómago) cuya función resulta menos relevante de forma inmediata en ese trance. Sin duda, la falta de riego sanguíneo en la parte superior del tubo digestivo favorece la aparición de úlceras en el estómago. Sin embargo, también se acepta que la producción de ácido está implicada, pues las lesiones en la mucosa gástrica que aparecen en este trastorno son más frecuentes en las zonas donde se produce el ácido.
Los antiácidos son medicamentos que neutralizan la acción del ácido en el estómago. La ingesta de antiácidos puede aliviar temporalmente el dolor producido por la úlcera, lo que ha contribuido a que durante mucho tiempo (y todavía en la actualidad) hayan sido fármacos consumidos de forma importante, fundamentalmente como automedicación (sin supervisión médica) para el control de los síntomas (hoy día, sin embargo, han sido claramente superados en eficacia por otros medicamentos).
Probablemente a eso hacía referencia Mel cuando, hace unas semanas (el 19 de enero de 2013, en El Diario de Cádiz), sacaba a colación los antiácidos para destacar la indignación que la población española siente con las múltiples irregularidades de diverso tipo recientemente conocidas en las que están implicados, de forma directa o indirecta, los representantes de varias instituciones del Estado (el autor asume, acertadamente, que la ira es una forma de estrés que puede producir los mismos cambios fisiológicos referidos antes):
Recuerden, no obstante: por mucha ira o cólera que experimenten, por muy indignados que de forma continuada o reiterada se sientan, por muy estresados que se consideren, ... lo de arriba es sólo un chiste; no una recomendación médica. Los medicamentos no están exentos de riesgos, por lo que no deben consumirse sin control médico.