martes, 23 de julio de 2019

Contracturas involuntarias de la musculatura esquelética: de calambres y tendones que "se montan"


La primera historieta protagonizada por los hermanos Zipi y Zape que fue publicada llevaba por título, precisamente, “Zipi y Zape, hermanos”, y apareció en el número 57 (julio de 1948) de la revista infantil Pulgarcito. Este mes se ha cumplido, entonces, el 71º aniversario de la primera aparición de estos gemelos traviesos que llegaron a convertirse en uno de los principales estandartes de la llamada Escuela Bruguera, en homenaje a la editorial que los presentó al público y que estuvo publicando sus aventuras durante las décadas siguientes.

Y precisamente este año 2019 se han cumplido 25 desde la muerte de su creador, José Escobar.

Tal vez la coincidencia de ambas circunstancias haya tenido relación con el hecho de que Melchor Adolfo Prats (Mel) haya traído a colación a los gemelos, en el chiste publicado en su propio blog el pasado 13 de julio, para rendir homenaje al creador de los mismos:












Y con ese homenaje nos da pie, a nosotros, a abordar una expresión que resultará familiar a los lectores: “montarse un tendón”.

Los músculos de nuestro organismo que permiten el movimiento de nuestro esqueleto (músculos que llamamos esqueléticos) son músculos voluntarios que se unen (se insertan) en huesos diferentes y que, mediante un fenómeno que llamamos contracción (y que implica disminución de la longitud del músculo, acortamiento), favorecen la aproximación de tales huesos entre sí. Los tendones, a su vez, son las partes del músculo que se han especializado para unirse al hueso.  

Decimos que los músculos esqueléticos son músculos voluntarios porque el fenómeno de la contracción tiene lugar, generalmente, cuando les llega la orden correspondiente desde nuestro cerebro: es decir, cuando les ordenamos que se contraigan, para poder movernos.  

A veces, sin embargo, un músculo esquelético puede contraerse de modo involuntario. Esa contracción, además de no resultar eficaz para la producción de un movimiento deseado, puede resultar dolorosa: muy dolorosa, de hecho. Y por su carácter súbito, inesperado, y, por suerte, generalmente breve, la comparamos con el efecto de una corriente eléctrica: la expresión “padecer un calambre” hace referencia en este contexto, precisamente, a padecer una contracción involuntaria y dolorosa de un músculo esquelético.

Ya hemos dicho antes que el músculo, durante la contracción, disminuye su longitud, es decir, se acorta. Sin embargo, su volumen no cambia, por lo que, para acortarse, necesariamente debe aumentar su grosor. Durante la contracción involuntaria, entonces, el músculo aumenta su grosor, y ofrece una consistencia dura al tacto. Ese hecho, junto al dolor intenso, puede hacer pensar a quien lo padece que un tendón ha cambiado de sitio, y se ha “montado”, o subido, encima de otra estructura corporal (de otro tendón, por ejemplo): de ahí la expresión “se me ha montado un tendón”. La realidad, sin embargo, es que los tendones no suelen cambiar de ubicación espontáneamente, a pesar de que lo pueda parecer: están firmemente unidos al hueso, y, cuando son largos, existen en su recorrido estructuras que llamamos “correderas” (generalmente surcos trazados en los huesos, por los que se deslizan), que los acogen y, sin interferir en su función, estabilizan su posición.

Uno de los músculos que se ubican en la zona posterior de la pierna, en la región que denominamos “pantorrilla” es, en realidad, un músculo doble, con dos partes tan similares entre sí (dos “vientres”) que lo llamamos músculo “gemelo”. Su nombre técnico es gastrocnemio, pero en la práctica raramente encontraremos esa denominación: incluso en el ámbito médico, generalmente lo llamamos gemelo, o gemelos (o músculo gemelar). A ese músculo, obviamente, es al que se refiere Mel cuando juega con la polisemia de la palabra, creando la divertida situación en la que el personaje protagonista de su chiste tendrá que dejar de correr porque se le ha “montado un gemelo”.