Esta semana que va del 7 al 13 de abril de 2014 se celebra la Semana Mundial de la Alergia (World Allergy Week), centrada en la anafilaxia, bajo un lema impactante: “Cuando la alergia puede ser fatal”.
El evento está promovido por The World Allergy Organization (WAO), que es una organización internacional formada por un total de 92 Sociedades Científicas de Alergología e Inmunología Clínica, entre cuyas diversas funciones está la de organizar campañas
educativas o de divulgación orientadas a concienciar a la población
general sobre diversos aspectos relacionados con las enfermedades
alérgicas.
La anafilaxia es una
reacción alérgica grave, de instauración brusca, y que puede poner en
peligro la vida. Se trata de la manifestación más grave que existe de
una enfermedad alérgica. A diferencia de los casos en que únicamente se implica un órgano u
aparato (la piel en el caso de la urticaria, la nariz en el caso de la
rinitis, …), la anafilaxia afecta a todo el organismo (por ese
motivo, recibe el nombre de reacción sistémica), pudiendo dar lugar a
síntomas variados en los distintos órganos o aparatos. Es una reacción de presentación rápida,
aparece en un periodo de tiempo inmediato al contacto con la sustancia
que la produce (pocos minutos, característicamente no más allá de 30
minutos, aunque en algunos casos su presentación puede ser más tardía), y, como hemos dicho, puede ser muy grave,
hasta el punto de poner en riesgo la vida. Por lo general, la mayor
gravedad del cuadro se relaciona con la afectación del aparato
respiratorio (con dificultad para respirar y asfixia) y del sistema
cardiovascular (con caída de la tensión arterial y pérdida de
conocimiento, lo cual recibe el nombre de shock anafiláctico o choque
anafiláctico). Las manifestaciones cutáneas, por su parte, generalmente
con enrojecimiento, hinchazón o sobreelevación en forma de habones
(típicos de la urticaria) y prurito (picor intenso), siendo las más
frecuentes, no revisten, en sí mismas, tanta gravedad.
La anafilaxia
es, por tanto, una urgencia médica, cuyo tratamiento requiere una serie de medidas que implican valoración y una actuación
lo más precoz posible por personal médico. Pero existe una medida que el
propio enfermo puede poner en práctica en cuanto nota la presentación
del cuadro: la administración de adrenalina. Existen dispositivos de adrenalina
autoinyectable comercializados en España, que permiten que el paciente
se la aplique en caso de presentar una reacción anafiláctica. Se prescriben a personas que tienen un riesgo
importante de padecer anafilaxia (generalmente cuando se conoce una
alergia que podría dar lugar a ella, y no existe certeza de poder evitar
el contacto con la sustancia responsable), debiendo el paciente
llevarla consigo y saber cuándo y cómo utilizarla.
Dan Piraro es un humorista gráfico norteamericano (ya conocido de los lectores de este blog) cuya obra Pizarro se publica en múltiples diarios de Estados Unidos. Ocasionalmente, colabora con otro humorista, Wayno, que suele proporcionarle ideas para plasmarlas en forma de chistes.
Hoy queremos referirnos a una de esas
colaboraciones, para proponer una reflexión importante sobre la
anafilaxia y su tratamiento.
En 2011, Wayno, que había creado un personaje llamado Mr. Peanut (Sr. Cacahuete),
un cacahuete con aspecto antropomórfico, dibujó a éste sentado junto a
una mesa pequeña, en aparente conversación con una chica: ella le cogía
la mano, y él tenía aspecto compungido.
Wayno contó más tarde
que no se le ocurría ninguna conversación que le resultara plenamente
satisfactoria, de modo que decidió pedir participación a sus lectores, y
les presentó el boceto como una especie de concurso: la idea más
divertida sería la que se incluyera en el trabajo final.
Unos cuantos días después, había elegido
una propuesta en la que la chica parecía querer romper la relación
entre ambos con la siguiente frase: “No eres tú, son mis alergias”
(ciertamente, una solución ingeniosa).
Piraro, no obstante, después de hacer una búsqueda en internet sobre la alergia a frutos secos, propuso a Wayno
incluir alguna mención a la adrenalina en el chiste. Tras meditar esa
propuesta, el resultado final se convirtió en la entrega de Bizarro correspondiente al 18 de marzo de 2011. En ella, la chica le decía al desconcertado Sr. Cacahuete: “No nos estamos separando para siempre. Sólo hasta que yo consiga recargar mi adrenalina”.
Sin ánimo, por supuesto, de cuestionar
el contenido del chiste, que no parece tener otra intención que la de
provocar una sonrisa en el lector (lo cual no es poco), queremos
aprovechar la circunstancia para ofrecer dos pinceladas sobre los
dispositivos para autoinyección de adrenalina (o epinefrina:
se trata del mismo fármaco), tan valiosos en casos de anafilaxia y a
los que ya nos hemos referido en los párrafos iniciales de esta entrada.
En España existen
varios dispositivos con adrenalina precargada (es decir, ya cargada,
cargada de forma previa y lista para su inyección) disponibles, que se
prescriben (siempre por un médico) a personas con un riesgo relevante de
padecer una anafilaxia, para que lleven el fármaco consigo y se lo
autoadministren en caso de notar el inicio de los síntomas de
anafilaxia. La adrenalina, en la dosis que llevan esos dispositivos
(existen para niños y para adultos), representa un remedio contra la
anafilaxia que debe ser utilizado de urgencia para impedir la progresión
de los síntomas o incluso revertirlos, pero que no sustituye a la
necesidad de asistencia médica: aunque puede salvar la vida del enfermo,
sus efectos son temporales, y, una vez que pasan, los síntomas pueden
reaparecer. Por ello, la llamada a los servicios de urgencia o el
traslado al hospital (lo que, en cada caso, resulte más rápido) no debe
demorarse por el hecho de utilizar la adrenalina, y no debe esperarse a
la reaparición de los síntomas , pues el riesgo es demasiado alto.
Pues bien, en contra de lo que sugiere el chiste que hemos analizado, estos dispositivos no son recargables:
son de un solo uso, y no pueden reaprovecharse. Incluso es habitual
que, una vez utilizados, quede algún remanente del fármaco en la
jeringa, que ya deberá desecharse.
Pero la reflexión realmente relevante que queremos proponer a nuestros lectores es la siguiente: el hecho de portar adrenalina no anula por completo el riesgo.
En caso de presentarse una anafilaxia, la adrenalina permite ganar
tiempo y, como decíamos arriba, puede salvar la vida del enfermo
mientras se consigue la asistencia médica, pero su disponibilidad nunca
debe proporcionar sensación de invulnerabilidad: el riesgo sigue
existiendo, y sigue siendo grave. La adrenalina no sustituye a la conducta de evitación del alérgeno:
jugará un papel esencial si se produce un contacto inadvertido o
inevitable con el alérgeno, pero no por tenerla debe, nunca, bajarse la
guardia,
Por ello, aunque se le parta el corazón,
la chica del chiste, que se sabe alérgica, deberá seguir evitando el
contacto con el cacahuete. Lleve o no lleve adrenalina.
Nota: El contenido de esta entrada ha sido divulgado previamente desde el portal Alergia y Asma, y ha sido adaptado a este blog por su propio autor.