domingo, 28 de octubre de 2012

Enfermedades autoinmunes


En las entradas inmediatamente anteriores hemos estado viendo algunos ejemplos de vocablos procedentes del lenguaje común que han sido incorporados al lenguaje médico en forma de metáforas. En esta ocasión vamos a presentar un ejemplo de lo contrario: cómo un autor recurre a una expresión médica para ilustrar con ella una realidad extraída de otro ámbito.

La semana pasada supimos que Andrés Rábago García, El Roto, ha sido galardonado con el Premio Nacional de Ilustración 2012. El jurado ha destacado "su visión crítica, poética, aguda e inteligente" con la que ayuda a reflexionar sobre "cómo somos y cómo vivimos".

La obra de El Roto es inclasificable. No cabe duda de que sus viñetas incluyen indefectiblemente una ilustración, que generalmente acompaña a un texto, el cual con frecuencia es el verdadero protagonista. Y siempre propone una reflexión, que no necesariamente invita a la sonrisa. Como dijo Georg P. Burns, “quien nos hace reír es un cómico; quien nos hace pensar y después reír es un humorista”. El Roto se concentra en hacernos pensar, y utiliza para ello los recursos del humor gráfico.

Aunque ya en el pasado hemos tenido ocasión de analizar algunas de sus propuestas, hemos querido rendir un homenaje al autor dedicándole la siguiente entrada de nuestro blog. Puesto que estamos hablando de metáforas, hemos buscado, en su aportación diaria al periódico El País, algún ejemplo de su obra en el que utilizara una metáfora médica, y hemos elegido la del 14 de abril de este mismo año:

 























Como ya vimos en una de nuestras entradas más antiguas (http://elhumoryelfuego.blogspot.com.es/2009/11/gripe-ii-los-virus.html), el sistema inmunológico (también llamado sistema inmunitario, y, de forma abreviada, sistema inmune), es un conjunto de células, estructuras y procesos biológicos, que detectan amenazas contra el organismo y nos defienden contra ellas: con frecuencia, se trata de amenazas de tipo infeccioso (microbios que proceden del exterior), pero también tienen capacidad para identificar otras amenazas incluso procedentes del propio organismo (como células cancerosas, que puede diferenciar de las células normales) y atacarlas.

Cuando el sistema inmunológico no es capaz de cumplir su función con eficacia por falta de alguno de sus elementos o estructuras, hablamos de inmunodeficiencia.

Por el contrario, cuando el sistema inmunológico, en su actuación, lesiona de forma significativa órganos o tejidos del organismo, hablamos de enfermedad autoinmune.

Las enfermedades autoinmunes pueden tener manifestaciones muy variadas. Algunas veces, tales manifestaciones están condicionadas por la afectación de un único órgano o sistema. Son las llamadas enfermedades autoinmunes organo-específicas: por ejemplo, la piel en el pénfigo o en las dermatitis atópicas, la glándula tiroides en la tiroiditis autoinmune, los pulmones en la llamada neumonitis por hipersensibilidad, ... En otras ocasiones, las manifestaciones clínicas se deben a la afectación de múltiples órganos o estructuras, y entonces hablamos de enfermedades autoinmunes sistémicas: entre ellas, la enfermedad llamada lupus eritematoso sistémico (cuyo propio nombre incluye una referencia metafórica, a la que volveremos muy pronto).

En todos los casos, no obstante, el sistema inmunitario, que forma parte de la esencia más íntima de nuestro organismo, ataca a la integridad del mismo. 

Y esa es la imagen que El Roto propone como metáfora, aludiendo a la crisis financiera internacional que estamos viviendo.

sábado, 20 de octubre de 2012

Las trompas uterinas


Las trompas de Falopio (más conocidas en la actualidad como trompas uterinas) son dos estructuras tubulares de paredes musculares que, partiendo de la zona superior del útero, se dirigen, cada una por un lado, hacia los ovarios.

Por su interior hueco es por donde los óvulos transitan desde el ovario hacia el útero, y es donde suele tener lugar la fecundación (la unión del óvulo con el espermatozoide) en los casos en que ésta ocurre.

Se distinguen cuatro zonas claramente diferenciadas en cada una de las dos trompas:

1.- Infundíbulo: Es la zona en la que el extremo libre de la trompa se abre en unas digitaciones que se disponen alrededor del ovario, “abrazándolo” para recoger el óvulo cuando éste salga.

2.- Ampolla: Es una zona dilatada en cuyo interior suele producirse la fecundación, pues en ella el óvulo puede esperar entre 24 y 48 horas por si llega el espermatozoide.

3.- Itsmo: Es el tramo más estrecho y largo, que transcurre desde la ampolla hasta el útero.

4.- Porción intraparietal: Es la porción de la trompa que transcurre desde que alcanza el útero hasta que desemboca en la cavidad interna del mismo, es decir, se trata de la zona de la trompa que atraviesa la pared muscular uterina.     

Las trompas también se llaman salpinges uterinas (de la raíz griega salping-, que significa trompeta), y su inflamación (cuya causa más frecuente es de tipo infeccioso) se conoce como salpingitis.

El nombre de trompas de Falopio se debe al anatomista y cirujano italiano que las describió por vez primera, Gabrielle Falloppio (1523-1562). Montt nos da otra versión de los hechos (Dosis Diarias, mayo de 2011) muy diferente y, por supuesto, completamente inventada:

  

viernes, 19 de octubre de 2012

Cataratas


En nuestra entrada inmediatamente anterior hablamos del apéndice vermiforme, cuyo nombre, alusivo a su forma de gusano, constituye un claro ejemplo del empleo de metáforas en el lenguaje médico.

Ya hemos comentado en alguna ocasión que, puesto que la medicina es una ciencia cuyo cuerpo de conocimientos se va construyendo a base de observar la realidad y describir lo que se constata, la jerga médica está plagada de metáforas, pues cada metáfora constituye una referencia que permite al receptor del mensaje formarse rápidamente una imagen mental adecuada.

El cristalino es una lente que se encuentra situada en el interior del globo ocular. Tiene forma circular y aplanada, pero ofreciendo una superficie convexa por cada cara (se trata, pues, precisamente por ese motivo, de lo que llamamos una lente biconvexa). Su aspecto transparente recuerda al cristal, por lo cual su propio nombre es una metáfora. Se sitúa en disposición vertical, dividiendo el ojo en dos sectores que, por su posición, reciben los nombres de polo anterior (en el cual encontramos, por ejemplo, el iris y la córnea) y polo posterior (en el cual encontramos, por ejemplo, la retina).

El cristalino no es completamente rígido, pues a lo largo de todo su borde está unido a un músculo (el músculo ciliar, que fija el cristalino a la pared interna del globo ocular en toda su circunferencia, teniendo, por eso, forma de anillo) que puede tensarlo (traccionando de él) o relajarlo, disminuyendo o aumentando, respectivamente, su grosor, para participar de esa forma en la función de acomodación, que permite fijar la vista en un punto.

A veces, por motivos diversos, el cristalino pierde transparencia, y se va volviendo progresivamente opaco. Como consecuencia de ese fenómeno, el sujeto pierde agudeza visual. La solución es quirúrgica, y consiste en extraer el cristalino, generalmente sustituyéndolo a continuación por una lente artificial, que se coloca dentro del ojo, en la misma posición que aquél (lente intraocular, que suele identificarse en los informes con el acrónimo LIO).

Mientras llega la hora de operarse, el enfermo tiene visión borrosa en mayor o menor grado, ve el mundo como si estuviera mirando a través de una catarata. Y precisamente ese es el nombre que recibe este trastorno: cataratas.

Hace exactamente 2 años (el 19 de octubre de 2010), Alberto Montt presentó en su blog Dosis Diarias una viñeta en la que jugaba con esa metáfora: 


jueves, 18 de octubre de 2012

El apéndice vermiforme


El apéndice vermiforme o vermicular, también llamado apéndice cecal o, frecuentemente, apéndice, a secas, es un pequeño órgano de aspecto tubular, hueco, que está conectado al ciego, uno de los tramos del tubo digestivo (al inicio del intestino grueso): en la mayoría de las personas, está situado en el cuadrante inferior derecho del abdomen. Su nombre se debe a su forma (la palabra latina vermis significa gusano), y tiene una longitud media de unos 10 centímetros. Puesto que por un extremo conecta con el interior del tubo digestivo y por el otro está cerrado, se comporta como un fondo de saco, como un bolsillo. En su interior se refugian gérmenes, que pueden llegar a producir inflamación.

Cuando el apéndice se inflama por acción de los gérmenes, se produce la enfermedad llamada apendicitis, una proceso infeccioso que pone en riesgo la vida, y cuya solución es quirúrgica (la extirpación del apéndice inflamado).

Las personas a quienes se ha extirpado el apéndice pueden vivir perfectamente sin él, aparentemente sin ningún tipo de carencia. Y es que no conocemos con certeza cuál es la función del apéndice vermiforme en las personas sanas. Parece un vestigio evolutivo, lo que queda de alguna estructura que en nuestros ancestros remotos pudo jugar un papel importante en la digestión de determinados productos (probablemente celulosa, pues el ciego de algunos animales permite digerir este compuesto, capacidad que nosotros hemos perdido).

Entre las diversas funciones que se le han atribuido destacan una posible función inmunitaria (de defensa) y un posible papel en el mantenimiento de la llamada flora bacteriana intestinal (funcionaría, según ésto, como un reservorio de bacterias no perjudiciales). Pero son únicamente teorías: la realidad es que todavía hoy no conocemos con detalle ni con certeza para qué sirve.

Mark Parisi nos lo cuenta así en su chiste titulado “El apéndice en su cubículo” (aparecido el 28 de junio de 2010 en su serie Off the Mark), donde lo dibuja sintiéndose embarazosamente fuera de lugar al verse rodeado por otros órganos con funciones bien definidas (cerebro, corazón, riñones, ...) que se afanan voluntariosos en cumplir con sus respectivos cometidos:
      

lunes, 1 de octubre de 2012

Puntos negros


En materia de tráfico, la expresión “punto negro” hace referencia a un tramo de la carretera donde son frecuentes los accidentes con víctimas, generalmente por causa de circunstancias dependientes de la vía: un cruce o cambio de rasante con mala visibilidad, una curva excesivamente pronunciada o peligrosa, ... Concretamente, desde el año 2000, la Dirección General de Tráfico define punto negro, de forma precisa, como “aquel emplazamiento perteneciente a una calzada de una red de carreteras en el que durante un año natural se hayan detectado 3 o más accidentes con víctimas con una separación máxima entre uno y otro de 100 metros”. Aunque la definición no es exactamente la misma, con frecuencia encontramos también la expresión “tramo de concentración de accidentes” para referirnos a los puntos negros. Eliminar un punto negro en la carretera, entonces, consiste en modificar esas circunstancias que dificultan la conducción segura, para de ese modo disminuir la accidentabilidad: mejorar la visibilidad de la zona si ello es posible, ubicar allí un semáforo, limitar la velocidad de circulación en el tramo peligroso, etc.

En el ámbito de la Dermatología, la expresión “punto negro” es la denominación vulgar frecuentemente empleada para referirse a lo que en el lenguaje técnico se denomina “comedón abierto”: son lesiones cutáneas planas o escasamente elevadas, con una coloración normal de la piel, que se caracterizan por tener un orificio central donde se acumula un material de consistencia sólida y de coloración oscura (prácticamente negra). La formación de los puntos negros tiene lugar cuando el conducto de un folículo piloso, en el que desembocan glándulas sebáceas, se rellena de secreción sebácea y queratina (células muertas de la superficie cutánea), con un contenido en melanina (el pigmento de la piel) que contribuye a conferirle ese color oscuro. En contra de lo que pueda pensarse, los puntos negros no son consecuencia de una falta de higiene, y se consideran una manifestación del acné en sus fases iniciales. Puesto que expulsar el material sólido oscuro que ocupa el centro del poro no es técnicamente difícil, la persona afecta tiende a intentarlo, simplemente presionando en las zonas circundantes, aunque los especialistas recomiendan no hacerlo de ese modo, ya que el traumatismo puede producir inflamación (usualmente, los comedones abiertos no presentan signos inflamatorios, salvo que sean dañados por el paciente en su intento de eliminarlos) e incluso dejar cicatriz.

Conocedor de la homonimia descrita (la idéntica denominación de uno y otro fenómeno), López Rubiño incluyó, en un número reciente de El Jueves (el nº 1843, aparecido el 19 de septiembre de 2012), este simpático chiste: