Superman es un personaje de ficción, un superhéroe de cómic creado en torno a 1933 por el guionista Jerry Siegel y el dibujante Joe Shuster. Apareció por vez primera en el ejemplar número 1 de la revista Action Comics
(1938), pasando posteriormente a otros medios (televisión, radio,
cine, …) y convirtiéndose, con el tiempo, en un icono cultural
norteamericano. Es, probablemente, el personaje de cómic más conocido
internacionalmente.
En su concepción original, Superman
era un extraterrestre (con un aspecto, eso sí, idéntico al de cualquier
ser humano) procedente de un planeta sometido a una fuerza de gravedad
muchísimo mayor que la nuestra. Su organismo, adaptado a esa gravedad
enorme, al verse liberado de ella en este planeta nuestro, resultaba
capaz de saltar hasta alturas inverosímiles y de moverse con velocidad y
fuerza extraordinarias. Pronto los saltos fueron sustituidos por la
capacidad de volar y, poco a poco, sus guionistas fueron introduciendo
nuevos poderes: invulnerabilidad, visión de Rayos X que le permitía
ver a través de objetos sólidos, emisión de rayos caloríficos (una
especie de rayos láser) por los ojos, …
Con tales poderes, Superman
resultaba prácticamente invulnerable, y esa invulnerabilidad restaba
emoción a sus aventuras. ¿Cómo podía el lector preocuparse por la suerte
del protagonista, si éste nunca podía ser vencido? ¿Qué antagonistas
podrían ser lo suficientemente poderosos como para poner de verdad en
apuros a Superman? “La inmunidad me carcome los huesos”, cantaba Silvio Rodríguez, y los autores y editores de Superman
estaban, efectivamente, comprobando que precisamente esa inmunidad, el
hecho de ser invulnerable, restaba a su personaje atractivo para sus
lectores. Se hacía necesario buscar alguna solución: proporcionarle
alguna debilidad, un talón de Aquiles que sus enemigos pudieran utilizar para ponerle, a pesar de sus extraordinarios poderes, en situaciones realmente peligrosas.
La solución vino en forma de piedra: la Kryptonita, un trozo de roca procedente de su planeta natal, cuya sola proximidad hacía que Superman se pusiera realmente enfermo.
Michael Pistiner,
alergólogo pediátrico norteamericano, ha elaborado una metáfora
interesante a partir de esa debilidad que la kryptonita produce en Superman:
realmente, eso no sería algo muy diferente de la enfermedad que el
contacto con el alérgeno puede producir en una persona alérgica.
Podríamos interpretar que Superman es alérgico a la
kryptonita, y así podemos contárselo a los niños que, a su vez, sufren
algún tipo de alergia. Ya hemos referido en entradas anteriores las
dificultades que pueden experimentar los niños alérgicos (y muy
especialmente los alérgicos a alimentos, o incluso, en algunos casos,
los intolerantes alimentarios) para integrarse en su grupo de iguales,
especialmente si los demás niños identifican su alergia o intolerancia
como una manifestación de debilidad y con base en ello le rechazan o le
acosan. Un niño atormentado por esa situación, o simplemente
experimentando dificultades en sus relaciones con los demás niños puede
aprender, gracias a esa metáfora, que no es malo ser vulnerable (todos
lo somos, ¡Superman también lo es!), sino que lo
importante es conocer nuestras debilidades y adoptar las medidas
necesarias para que no nos hagan daño, o nos hagan el mínimo daño
posible.
Superman, entonces
(¡nada menos!), como modelo: ¡no es mal modelo con el que identificarse!
Nada que ocultar, pues, nada de lo que avergonzarse: Superman
enferma con la proximidad de la kryptonita (y no digamos, ya, con su
contacto), pero, puesto que lo sabe, adopta activamente las medidas
necesarias para evitarla. De igual manera, el niño alérgico debe conocer
bien lo que le hace daño, saber dónde se puede encontrar presente y
cómo debe actuar para evitarlo.
Y todo ello, con la autoestima bien
alta, pues sobreponerse a las propias debilidades no es un demérito,
sino, como muestran las historias de Superman, un acto de heroísmo.
Enhorabuena, Dr. Pistiner, por la idea, tan hermosa en su simplicidad, y tan valiosa.
NOTA: El contenido de esta entrada fue divulgado originalmente desde el portal Alergia y Asma, y ha sido adaptado a este blog por su propio autor.
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