lunes, 24 de mayo de 2010

Gripe A (XVI): Medidas preventivas sobre la fuente de infección.



El sentido común indica que las medidas preventivas a adoptar sobre la fuente de infección han de ir orientadas a evitar la diseminación del germen.

Para ello, lógicamente, lo principal es identificar adecuadamente las fuentes de infección y conocer con detalle las posibles vías y mecanismos de contagio.

Cuando se tiene constancia de que alguna enfermedad ha pasado de algún animal al ser humano, y se considera plausible la transmisión por vía digestiva, es importante evitar que los animales enfermos sean consumidos por las personas. En estos casos, lo primero es evitar que la carne procedente de animales sospechosos de estar enfermos o con un riesgo serio de haberse contagiado lleguen al mercado. En los primeros días tras la irrupción de la gripe pandémica H1N1 en el panorama internacional, cuando todavía no se había descartado la transmisión por vía digestiva, la comparación, en el sentido descrito, con epidemias anteriores como la de la llamada gripe del pollo (gripe aviar ) o la enfermedad de las vacas locas (cuyo nombre científico es encefalopatía espongiforme bovina) resultaba inevitable.

Kostas Koufogiorgos, humorista nacido en Grecia que publica regularmente en diversos medios griegos y alemanes, reflexionó sobre el asunto en este chiste que hemos encontrado en los archivos de su propia página web, con fecha 26 de abril de 2009:


 
 
“Deberíamos replantearnos nuestros hábitos alimenticios”, le dice un personaje al otro, a la vista del desalentador grupo formado por una vaca con encefalopatía espongiforme bovina (“enfermedad de las vacas locas”), una gallina con gripe aviar (“gripe del pollo”) y un cerdo con gripe H1N1 (gripe A, entonces todavía llamada “gripe porcina”).
 
En relación con lo anterior, hace algunos años (concretamente, el 11 de septiembre de 2005, en el Tribune-Review de Pittsburgh), Randy Bish apostó por la irrupción de una enfermedad porcina que pudiese afectar al ser humano, en este curioso ejercicio de premonición:
 
 
"Los pavos tienen gripe aviar”, dice el líder de este grupo de cerdos; “las vacas tienen la enfermedad de las vacas locas. Y yo os digo, muchachos... ¡a menos que queramos ver más jamón servido el Día de Acción de Gracias, vamos a tener que conseguirnos nuestra propia enfermedad!”

El problema que los cerdos de este chiste de Bish no tienen en cuenta es que, en los casos de las enfermedades referidas, la medida más expeditiva para evitar la transmisión del germen por vía digestiva a los seres humanos consiste, precisamente, en el sacrificio obligatorio de cualquier partida de animales con sospecha de haber estado expuestos al contagio; una medida que, lógicamente, tiene consecuencias dramáticas para el sector ganadero, como ya vimos en alguna de nuestras entradas anteriores, y que los pollos del siguiente chiste de JM Nieto, aparecido en 20 minutos el 21 de febrero de 2006 sí parecen tener muy presente:









No obstante, como ya vimos, en el caso de la gripe H1N1 la transmisión por vía digestiva se descartó, por lo que el sacrificio de ganado porcino no llegó a ser una necesidad. Confirmada, sin embargo, la transmisión por vía respiratoria, la lógica aconsejaba evitar la proximidad de animales enfermos. Esa es la causa por la que resulta tan inadecuado el regalo que en el siguiente chiste de Padylla, publicado el 30 de abril de 2009 en La Opinión de Tenerife, el presidente del Gobierno de Canarias ofrece al presidente del Gobierno español, y la expresión de perplejidad que este último exhibe.















Cuando se trata de evitar el contagio entre personas, como puede imaginarse, la situación es diferente.

En algunas ocasiones, las autoridades sanitarias pueden decidir que resulta necesario aislar temporalmente a alguna persona o personas para evitar o limitar el riesgo de que transmitan una enfermedad contagiosa. El periodo de tiempo que dura el aislamiento es variable dependiendo de la enfermedad en cuestión, y se prolonga el tiempo necesario para tener la convicción de que la persona sometida a aislamiento no estaba realmente contagiada, o bien ha superado el periodo durante el cual existía riesgo de transmisión. La medida recibe el nombre de cuarentena, término que procede de cuando, a finales de la Edad Media, en las grandes ciudades costeras de Europa se constató que la peste negra solía llegar por vía marítima, por lo cual se optó por impedir que la tripulación y el pasaje de los barcos que llegaban pudieran desembarcar hasta transcurrido un periodo de cuarenta días, tiempo que era más que suficiente para que, en caso de que alguien estuviese contagiado, desarrollara síntomas evidentes.

El 5 de septiembre de 2009, Mike Bonales introdujo en su blog Conejo Frustrado una tira humorística titulada “Cómo prevenir la gripe A: ¡Consejos útiles!”, en la que basa uno de los chistes en el establecimiento de la cuarentena:















En la actualidad, el establecimiento de una cuarentena es una medida excepcional que debe valorarse con mucha cautela, pues, al no ser (como se evidencia en el chiste que acabamos de leer) una medida voluntaria para la persona que se somete a aislamiento, vulnera su derecho a la libertad, un derecho que en nuestro caso está reconocido (y especialmente protegido, al otorgarle la consideración de “derecho fundamental”) por nuestra Constitución de 1978. En caso de que se adopte, pues, esta medida, ha de estar muy justificada por el interés público (por la salvaguarda de la salud pública) y escrupulosamente limitada a lo estrictamente necesario.

En los inicios de la epidemia de gripe H1N1, antes incluso de que pudiéramos hablar de pandemia, cuando aún no sospechábamos cuál podría ser la gravedad de la enfermedad, el establecimiento de cuarentena fue una medida que se consideró adecuada y llegó a establecerse en algún caso (como nos cuentan Jardí y Ariño en el chiste con que cerramos esta entrada, aparecido en el número 1668 de El Jueves, correspondiente al 13 de mayo de 2009), pero finalmente se reveló tan poco eficaz para detener el contagio como poner puertas al campo, y hubo que enfatizar otras medidas preventivas menos gravosas y más realistas, de las que hablaremos en futuras entradas.