lunes, 27 de septiembre de 2010

Gripe A (XX): El uso de mascarillas como medida preventiva.


El pasado 10 de agosto de 2010, la OMS dio por finalizada la pandemia de gripe A. No han sido muchos los humoristas gráficos que han prestado atención a esa declaración de la OMS, pues la gripe A ya no es un tema que suscite tanto interés en los medios de comunicación general como hace unos meses, aunque algunos ejemplos sí hemos encontrado. No obstante, no es del fin de la pandemia de lo que nos gustaría hablar (todavía), sino del objeto que Joan Tharrats saca a colación al hacer referencia a esa noticia en el chiste que puede leerse a continuación, aparecido en El Jueves nº 1734 la semana inmediatamente siguiente: la mascarilla.


Hace algunos meses, al hablar de los síntomas y signos que pueden presentar quienes padecen la gripe, analizábamos los recursos que suelen emplear los distintos dibujantes para caracterizar a los enfermos de gripe A. No lo mencionamos entonces, pues no era aquél el momento adecuado, pero resulta evidente que si hay un recurso gráfico que ha sido empleado de forma recurrente para aludir a la gripe A (no ya al enfermo, pues se trata de una medida preventiva y utilizada, por tanto, por personas sanas, pero sí a la enfermedad en general), ese es, sin duda, la mascarilla.

Apenas iniciada la pandemia, comenzamos a ver en los chistes de la prensa personas o animales llevando mascarillas. Adaptar una mascarilla al hocico de un cerdo, o bien situar un cerdo en la proximidad de alguien que portara una mascarilla, constituyó, desde el primer momento, una referencia clara a la entonces todavía llamada gripe porcina. Es el caso del chiste de Erlich que presentamos a continuación, publicado en El País el 3 de mayo de 2009, o el del chiste mudo del caricaturista peruano ItaloEdu que aparece después, del 9 de abril de 2009, en el que hace uso de unos famosos personajes infantiles creados por Jim Henson; por último, la siguiente muestra, en la que la mascarilla tan solo se menciona, es de Miki y Duarte, y apareció en Málaga Hoy el 3 de mayo de 2009:

















































Y enseguida el cerdo dejó de ser necesario, adquiriendo la mascarilla, por sí sola, toda la carga simbólica. De esa forma, en el humor gráfico de la prensa periódica la mascarilla se convirtió en una alegoría de la gripe, en un símbolo de la prevención del contagio y una representación del miedo a esa enfermedad, y algunos dibujantes la incorporaron a la dinámica cotidiana de sus personajes, como puede apreciarse en estos dos chistes de Erlich aparecidos en días consecutivos en El País (concretamente, los días 4 y 5 de mayo de 2010), o en los siguientes, del caricaturista paraguayo Nico, incorporados a su propio blog entre mayo y julio de 2009; el último es de Leujene, y apareció en el número 1667 de El Jueves, correspondiente al  6 de mayo de 2009:









Esos chistes, junto a tantos otros en los que la mascarilla se integra con normalidad en la vestimenta de los personajes, nos recuerdan que, en aquellos días, la población mundial entera seguía con expectación (no exenta de cierta aprensión) las noticias sobre la diseminación de la enfermedad. Probablemente ningún ejemplo lo muestra de un modo tan radical como la imagen en la que Ramón, colaborador habitual de El País, presenta una mascarilla protegiendo a todo un continente (el chiste data del 1 de mayo de 2009, y el hecho de que el continente elegido sea precisamente África no tiene nada que ver con la prevalencia de la enfermedad, sino con la circunstancia de que la acción de la tira diaria en cuestión, titulada "Hipo, Popo, Pota y Tamo", transcurría allí, al estar protagonizada por animales salvajes):






Las mascarillas pueden, ciertamente, prevenir la infección, pues constituyen un obstáculo (una barrera, y de ahí que constituyan un ejemplo de los medios preventivos que reciben precisamente ese nombre: "medios de barrera") para el paso del virus de una persona a otra. Y funcionan como barrera tanto si son los propios enfermos como las personas sanas quienes las llevan.

Puesto que, como ya vimos, las gotitas de saliva o los esputos expulsados por la boca constituyen el vehículo que transporta los virus, si el enfermo lleva puesta una mascarilla evitará o dificultará la diseminación de sus propios gérmenes.

Por otra parte, si es una persona sana quien la lleva, dificultará de esa forma que gérmenes del exterior puedan acceder a la mucosa de su nariz o de su boca.

Plantear una utilización desproporcionada de los medios de barrera es un recurso con el cual los humoristas han satirizado el miedo a la enfermedad infecciosa, tanto ahora como en el pasado. Lo vimos en los primeros años de la pandemia de sida (una de cuyas vías de contagio es la vía sexual), cuando Perich inventó un "preservativo integral" (en El Jueves nº 441, de octubre de 1985):






















Y hemos vuelto a verlo ahora, referido a la gripe, a cargo de Joan Tharrats, también en las páginas de El Jueves (concretamente, en el número 1682, en agosto de 2009):





















Los cirujanos, por su parte, utilizan mascarilla cuando trabajan en el quirófano (al igual que utilizan guantes estériles y recogen su cabello en un gorro) para evitar cualquier posible contaminación de la herida quirúrgica de su paciente. Ese es el motivo por el cual con frecuencia, en la imaginación popular, el uso de la mascarilla se asocia con el del gorro de quirófano. Nos lo recordaba Enrique Bonet en el blog Irreverendos el 26 de mayo de 2009, bromeando acerca de la posibilidad de los usuarios pudiesen decorar sus mascarillas para adecuarlas a sus propios gustos o personalidad (es decir, "tunearlas", un verbo para el cual el Diccionario de la Real Academia Española todavía no recoge esta acepción a pesar de que la misma está ya sólidamente asentada en el lenguaje popular):

 


Reparemos un momento en las mascarillas "tuneadas" del chiste que acabamos de leer. En él aparecen cinco fotografías, siendo las mascarillas que se ven en las tres primeras diferentes de las que aparecen en las dos últimas. Las tres primeras son mascarillas de papel o material similar, de superficie rectangular perfectamente flexible. Las dos últimas, por el contrario, son mascarillas semi-rígidas, con una forma relativamente estable, similar a una cazoleta. Exactamente del tipo que dibujaba José Tomás en este chiste aparecido el 6 de mayo de 2009 en El Jueves nº 1667, un par de semanas después de que aparecieran los primeros casos de la enfermedad, cuando todavía la pandemia no había alcanzado la fase 6:




Ambos tipos, si se utilizan correctamente, resultan eficaces. El primer tipo es el que suele utilizarse en el quirófano (tal vez por eso el autor lo asocia con el gorro), y evita que se diseminen los gérmenes propios (patológicos o no: el cirujano puede ser una persona sana, pero aún así hay gérmenes en su boca, y si cayeran sobre una herida quirúrgica podrían causar una infección en el paciente). Respecto al segundo tipo, algunos estudios han demostrado que es el más eficaz cuando lo que se persigue con la mascarilla es proteger de salpicaduras del exterior las mucosas de la persona que la lleva.

En cualquier caso, la mascarilla resultará eficaz para disminuir la transmisión de enfermedades infecciosas sólo si se utiliza adecuadamente: éstas son las recomendaciones que hace la OMS para el uso de mascarillas en la prevención de enfermedades epidémicas:

1) Póngase la mascarilla cuidadosamente de modo que cubra la boca y la nariz, y ajústela ceñidamente para que no haya huecos entre la cara y el borde de la mascarilla.

2) Procure no tocar la mascarilla mientras la lleva puesta. Siempre que toque una mascarilla, por ejemplo, al quitársela o lavarla, aséese las manos lavándoselas con agua y jabón o usando un desinfectante para las manos a base de alcohol.

3) Tan pronto como la mascarilla se humedezca, cámbiela por otra que esté limpia y seca.

4) No vuelva a usar las mascarillas desechables: deshágase de ellas después de usarlas una sola vez y elimínelas en seguida. Nunca debe guardarse en el bolsillo para reutilizarla posteriormente.

Correctamente utilizada, entonces, la mascarilla constituye un importante recurso preventivo para evitar contagios por vía respiratoria: por ese motivo el dibujante canario Padylla presenta a la Consejera de Sanidad de su Comunidad Autónoma garantizando la disponibilidad de mascarillas cuando cree que su Presidente se preocupa por la diseminación de la enfermedad, en este chiste aparecido el 12 de junio de 2009 en La Opinión de Tenerife:
















A veces, vemos en las calles de nuestras ciudades personas que portan mascarillas. Los motivos pueden ser diversos. En ocasiones, se trata de personas que padecen una enfermedad de transmisión respiratoria y toman esa medida para no contagiar a nadie. Pero eso no es muy frecuente. Más probable es que se trate, por el contrario, de personas que, por una u otra circunstancia, se encuentran inmunodeprimidos (lo que comúnmente se refiere como "estar bajo de defensas", por ejemplo como consecuencia de algún tratamiento farmacológico) y deben tomar precauciones para no resultar infectados ellos mismos.

Finalmente, lo más habitual es que las mascarillas que vemos en las calles de nuestras ciudades no tengan nada que ver con las enfermedades infecciosas, sino con las enfermedades alérgicas: se trata de personas que evitan, de ese modo, que sus vías respiratorias entren en contacto con el polen que les desencadena síntomas de alergia. Una medida también eficaz que, sin embargo, teniendo en cuenta la elevada prevalencia de alergia entre nuestros conciudadanos (de la cual hablaremos en otra ocasión), vemos con menor frecuencia de lo que cabría esperar. Quizás porque algunas personas sientan un pudor invencible a dejarse ver en público portando mascarilla.

Pudor, por otra parte, que ni podemos considerar justificado ni afecta a todo el mundo por igual, como se encargó de recordarnos Matador el 4 de julio de 2009: