Ayer, 16 de marzo, con motivo del Día Nacional contra las Agresiones a Sanitarios,
el blog del portal Alergia y Asma Andalucía presentó una entrada en la que
hablaba de las agresiones a profesionales de la salud y del concepto de
"Medicina Defensiva". Tanto los temas abordados como el método empleado
para tratarlos resultan pertinentes para El Humor y el Fuego, por lo que
hemos pedido a su autor que adapte el texto para este blog.
Aquí está el resultado:
Aunque
no disponemos de un registro que nos permita conocer con precisión la
dimensión real de este problema a nivel nacional, las agresiones a
profesionales sanitarios son cada vez más frecuentes. En realidad, la
única forma real de conocer la frecuencia con que estos hechos ocurren
es indagar sobre las experiencias personales de los profesionales
mediante encuestas u otro tipo de registros directos, ya que las
denuncias, que suelen valorarse como referencia indirecta, son muy
inferiores al número de agresiones que realmente existen. Debemos tener
en cuenta que las agresiones pueden ser de muy diverso tipo, incluyendo
las verbales, que no por el hecho de no implicar violencia física dejan
de ser una forma de agresión (la Organización Internacional del Trabajo
considera que violencia en el ejercicio de cualquier actividad
profesional o como consecuencia directa de la misma es toda acción,
incidente o comportamiento que se aparta de lo razonable, mediante el
cual una persona es amenazada, humillada o lesionada por otra), y que en
la decisión o no de denunciar influyen circunstancias muy diversas.
Lamentablemente,
cuando se pregunta a los sanitarios por qué motivo no han denunciado
algunas de las agresiones sufridas, ¡¡muchos de ellos manifiestan su
convicción de que las agresiones por parte de sus pacientes
(especialmente las verbales) son consustanciales al ejercicio de la
profesión!! Ciertamente, raro es el profesional con años de ejercicio a
sus espaldas que no recuerda que en alguna ocasión algún paciente o
acompañante le haya sometido a violencia, como mínimo, verbal: amenazas,
insultos, imprecaciones, gritos, ... Las agresiones físicas no son tan
frecuentes, pero, aún así, no todas se denuncian.
Enrique Bonet
es un humorista gráfico granadino que a lo largo de los años ha
plasmado reiteradamente esta realidad en sus diversas colaboraciones en
prensa, de las que destacamos algunas (obviamente, que recuperemos sus
obras es para invitar a la reflexión, y no porque el asunto nos parezca
divertido):
Circunstancias
de lo más diversas pueden constituirse en detonante de la agresión. A
veces, el ciudadano culpa al profesional, que es su interlocutor
directo, de las deficiencias del sistema: la lentitud de las listas de
espera, la necesidad de aplazar una cita por imprevistos, ... Otras
veces, el simple hecho de proporcionar una información diferente de la
que el enfermo, o su familia, quiere escuchar; o, con frecuencia, cuando
sus expectativas no se ven satisfechas: la negativa, por ejemplo, a
expedir un parte de baja o a prescribir un medicamento que el enfermo
cree necesitar. Esta última circunstancia está perfectamente plasmada en
este chiste de Puebla:
Llamamos "Medicina defensiva"
a los cambios en la actuación del profesional sanitario que éste pone
en práctica para evitar consecuencias negativas sobre su propia persona.
Generalmente esas consecuencias negativas suelen identificarse con
reclamaciones o demandas en su ejercicio profesional, aunque resulta
obvio que la posibilidad de un maltrato verbal o físico por parte del
paciente puede ser también un condicionante que determine un cambio de
comportamiento por parte del profesional. El profesional, en ese
escenario, tendería a actuar del modo en que entiende que minimiza las
posibilidades de sufrir las mencionadas consecuencias indeseables. Esta
actitud tiene consecuencias muy negativas para el paciente y para la
totalidad del sistema, pues implica prácticas como seleccionar los casos
que se aceptan buscando evitar los que se consideran de riesgo,
solicitar múltiples estudios innecesarios -y frecuentemente molestos
para el paciente- para evitar reclamaciones por omisión; realizar
actuaciones terapéuticas innecesarias; prescribir con ánimo de
complacencia tratamientos farmacológicos que podrían haberse evitado,
etc. Para el propio profesional sanitario también tiene consecuencias
negativas importantes, ya que la conciencia de estar cediendo ante
presiones, a sabiendas de que sin las mismas habría actuado de otro
modo, aumenta su insatisfacción en el trabajo. No es deseable, ni por
supuesto justificable, pero es una realidad que el profesional que
percibe hostilidad por parte de su paciente se sienta condicionado por
la misma, y que su actuación pueda verse modificada. Andrés Rábago, El Roto, lo plasma de un modo magistral en esta viñeta:
Así
pues, las agresiones a los sanitarios no solamente tienen consecuencias
perjudiciales para el profesional que las sufre, y para quien sufre
sanción de las autoridades por haberlas cometido: tienen consecuencias
negativas para toda la sociedad en su conjunto.
Ayer,
16 de marzo, todos los profesionales sanitarios se unieron para reclamar
tolerancia cero ante estas agresiones. Pero tendría que ser toda la
sociedad la que se uniera con esa reivindicación, pues es algo que a todos
nos afecta.