martes, 15 de marzo de 2011

Vacunas (III): Los virus gripales como dianas en movimiento


A diferencia de otras vacunas antivirales que pueden conferir protección por periodos muy prolongados, la vacuna de la gripe no protege de un año para otro: si está indicada, debe administrarse cada año.

La explicación de ésto reside en que, como ya dijimos, los virus de la gripe tienen una gran capacidad para mutar, es decir, para cambiar: el virus de la gripe muta de un año a otro. Mel destacó con sentido del humor esa capacidad de cambio en el número 1605 de El Jueves (aparecido el 27 de febrero de 2008):


Ese es el motivo por el cual una misma persona puede enfermar de gripe en diversas ocasiones, ya que la inmunidad desarrollada al infectarse un año no proporciona protección para contactos posteriores con el virus mutado: el sistema inmunológico no reconoce las características del virus de un año para otro, y es necesario vacunar frente al virus de la gripe estacional todos los años para garantizar la protección, ya que, por lo general, la vacuna de la gripe que protege adecuadamente un año no lo hace con la misma eficacia el año siguiente. Podríamos decir, utilizando un símil, que, debido a esa capacidad de cambio, el virus se comporta como una diana permanentemente en movimiento: cada año hay que apuntar nuevamente, pues el objetivo hacia el cual se dirigió el disparo el año anterior ya no es el objetivo adecuado.

El humorista norteamericano Bruce Beattie presentaba el 25 de mayo de 2006 en el Daytona Beach News-Journal esa mutación (refiriéndose, concretamente, a la llamada gripe aviar, que afecta principalmente a las aves pero que también puede infectar a diversas especies de mamífero, entre las que está el ser humano) como un juego de azar en el cual quien apostaba era nada menos que la propia Muerte ("Sé que estoy a punto de ganar... puedo sentirlo", piensa la Muerte, mientras acciona la palanca); "El juego de la mutación de la gripe aviar", es el título del chiste.

Y es que ocurre que, aunque las más frecuentes mutaciones con repercusión clínica del virus de la gripe entran dentro de las llamadas mutaciones menores, que tienen lugar cada 2-5 años y dan lugar a epidemias de mayor o menor intensidad, en ocasiones se producen las mutaciones que llamamos mayores, que dan lugar a cepas virales frente a las cuales la mayor parte de la población mundial está desprotegida, por lo que la extensión y gravedad de la infección serán mucho mayores, dando origen a una pandemia: así es como surgen las pandemias de gripe.
  

martes, 4 de enero de 2011

Vacunas (II): La Medicina Preventiva

Puesto que con la administración de una vacuna lo que se pretende es evitar la aparición de una enfermedad futura, las vacunas son un valioso recurso de la llamada medicina preventiva.

La medicina preventiva es la parte de la Medicina (de hecho, es una especialidad médica) encargada de la promoción de la salud y la prevención de las enfermedades mediante una serie de actuaciones diversas y mediante el fomento de pautas de vida saludables.

El 7 de febrero de 2008, desde las páginas de El País, El Roto propuso una disparatada alternativa a la medicina preventiva:



 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
La medicina disuasoria, obviamente, no existe (disuadir, de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española, es “inducir, mover a alguien con razones a mudar de dictamen o a desistir de un propósito”; en este caso, obviamente, a desistir de enfermar): se trata de una invención del autor. Y muy ingeniosa, por cierto.

No obstante, y aunque no podemos “disuadir” a nadie de enfermar (pues el hecho de enfermar no es un acto voluntario), la medicina preventiva tiene entre sus más eficaces instrumentos el de la educación sanitaria o educación para la salud, con la cual se intenta transmitir información, concienciar y cambiar hábitos, sustituyendo los hábitos nocivos por otros que sean saludables.

La medicina preventiva, por tanto, tiene un ámbito de actuación muchísimo más amplio que el de las vacunas, aunque, como resulta evidente y ya se ha dicho, las vacunas son uno de los recursos de los que la medicina preventiva se vale.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Vacunas (I): El descubrimiento de las vacunas


Con carácter general, una vacuna es un medicamento que proporciona protección contra enfermedades futuras.

Aunque, en un sentido estricto, cuando hablamos de vacunas nos solemos referir a las vacunas contra las enfermedades infecciosas (esto es, las enfermedades producidas por gérmenes), en la práctica también denominamos vacunas a otros medicamentos que se administran para proteger en el futuro contra otro tipo de enfermedades: el ejemplo típico lo constituyen las vacunas de la alergia (cuyo nombre técnico es inmunoterapia), de las cuales hablaremos en otra ocasión. No obstante, salvo que especifiquemos lo contrario, en lo sucesivo al hablar de vacunas nos estaremos refiriendo a las vacunas contra las enfermedades infecciosas.

Las vacunas frente a las enfermedades infecciosas son medicamentos que se obtienen a partir de microorganismos o de sus partes, o bien guardan gran similitud con éstas: cuando se administra a una persona sana un microorganismo similar (pero inofensivo, o mucho menos peligroso) al que causa la enfermedad que queremos prevenir (llamado microorganismo patógeno precisamente por su capacidad para causar enfermedad), o bien fragmentos de este último, se consigue que su cuerpo produzca defensas contra el mismo. Podemos decir que el cuerpo “aprende” a defenderse contra ese germen, pues se estimula la llamada “memoria inmunológica”, de la cual ya hemos hablado en una entrada anterior. Si en un futuro esta persona entrase en contacto con el microorganismo patógeno contra el cual ha sido vacunada, reaccionaría de un modo más rápido y eficaz gracias a su memoria inmunológica, sus defensas le protegerían y no padecería la enfermedad (o bien ésta cursaría de forma más leve).

Las sustancias que, introducidas en un organismo, desencadenan una respuesta del sistema inmunológico, con producción de defensas, reciben el nombre de antígenos. Las vacunas están elaboradas, por tanto, a base de antígenos.

Consideramos a Edward Jenner el descubridor de la vacuna. Jenner era un médico rural inglés que constató que los ordeñadores de vacas padecían una forma más leve de viruela (la viruela bovina, de la cual se contagiaban por el contacto con las ubres de las vacas) y quedaban, tras ella, protegidos contra la viruela humana, mucho más grave. Buscando conseguir esa protección de forma artificial, inoculó pus procedente de una persona que padecía viruela bovina a un niño sano (un experimento que, aún cuando en su momento tuvo éxito, en la actualidad es absolutamente impensable, por el riesgo que entraña), consiguiendo de ese modo su protección (su “inmunización”, es el término técnico).

El nombre de “vacuna” procede, como resulta evidente, de su asociación originaria con el ganado bovino.

Al igual que ha ocurrido con frecuencia en la historia de la ciencia, al principio la propuesta de Jenner, tan novedosa en su época, no fue bien acogida por muchos de sus colegas, y tuvo muchos detractores. Había incluso quien afirmaba que inyectar al ser humano material procedente del cuerpo de una vaca podría hacer que se adquiriesen características de dicho animal. El caricaturista británico James Gillray lo plasmó con humor en esta obra que data de 1802, titulada "La viruela bovina o los maravillosos efectos de la nueva inoculación":