domingo, 22 de mayo de 2011

Los ftalatos.

El pasado 30 de marzo, cuando la prensa ya había empezado a hacerse eco a diario de la lucha de los japoneses por controlar el desastre de Fukushima, Olivero publicó en su blog Olivero, dessin de presse un chiste sobre contaminación nuclear que va a permitirnos hacer un paréntesis para abordar un tema diferente:






















En el chiste, el primero de los personajes informa de que el agua del grifo está contaminada, y ofrece a su compañero beber agua embotellada. El segundo personaje declina la invitación y rechaza la botella, argumentando que no quiere “ftalatos”.

Los ftalatos son un grupo de compuestos químicos derivados del ácido ftálico que se añaden a los plásticos para ablandar y aumentar la flexibilidad de éstos (las sustancias que se emplean en la fabricación de plásticos con esa finalidad reciben el nombre genérico de plastificantes). Sin embargo, al no quedar químicamente unidos a la matriz plástica, pueden desprenderse con el tiempo y el uso y emigrar al ambiente, y de esta forma puede tener lugar la exposición del ser humano.

Aunque no conocemos bien los posibles efectos sobre la salud humana de la exposición a los ftalatos, las conclusiones de estudios hechos con animales aconsejan tomar precauciones respecto a algunas de estas sustancias, pues sabemos que superar ciertos niveles de exposición a distintos ftalatos puede provocar efectos perjudiciales en aquéllos. Evidentemente, no pueden hacerse estudios experimentales con estas sustancias en el ser humano, pues si se sabe o se sospecha que tienen carácter tóxico, no es posible (no es ético, ni es lícito) administrarlos intencionadamente a los participantes en el estudio.

A partir de 1999 la Comisión Europea prohibió el uso de ftalatos en juguetes para niños, considerando que estas sustancias pueden ser especialmente peligrosas en los juguetes que los bebés y los niños pequeños se introducen en la boca, pues la absorción de ftalatos por este mecanismo podría exceder la dosis máxima diaria que se considera segura para el ser humano, y tener repercusiones a largo plazo en la salud.

Se han prohibido seis ftalatos en este tipo de juguetes: el di(2-etilhexil)ftalato (DEHP), el dibutilftalato (DBP o DNBP) y el butilbencilftalato (BBP), que podrían tener efectos negativos sobre la reproducción o el desarrollo; el diisononilftalato (DINP) y el diisodecilftalato (DIDP), que podrían tener efectos negativos sobre el hígado; y el dinoctilftalato (DNOP), que podría tener efectos negativos sobre el hígado y sobre la glándula tiroides.

En 2005, la prohibición se hizo permanente mediante la Directiva europea (2005/84/EC), que es de obligado cumplimiento para todos los países miembros. La Directiva amplió la prohibición para añadir no únicamente juguetes sino también productos de puericultura que los niños pequeños pudieran igualmente introducirse en la boca (un artículo de puericultura es cualquier producto destinado a facilitar el sueño o la relajación, como los chupetes, la higiene, la alimentación o la succión de los niños, como las tetinas de los biberones).

Por el contrario, las botellas de agua suelen fabricarse con Tereftalato de polietileno (también llamado politereftalato de etileno, polietilentereftalato o polietileno Tereftalato), más conocido por las siglas de su nombre en inglés (PET, de Polyethylene Terephtalate), que frecuentemente podemos identificar en las etiquetas de los envases. Se trata de un tipo de plástico que pertenece al grupo de materiales sintéticos denominados poliésteres. Ha superado los controles necesarios para su uso en materiales que se encuentren en contacto con productos alimenticios, pues no es tóxico y, a pesar de que su nombre contiene la palabra “ftalato”, no libera ftalatos a los alimentos o líquidos con los que pueda estar en contacto. Es, además, totalmente reciclable. Todo ello lo convierte en candidato ideal para la fabricación de botellas para agua mineral o refrescos carbonatados (de hecho, en España la normativa de aplicación, actualizada en enero de 2011, establece que los envases se tratarán o fabricarán de forma que se evite cualquier alteración de las características químicas de las aguas).

No obstante, es probablemente la similitud de su nombre la que hace que muchas personas lo relacionen con los ftalatos y se muestren, por ello, injustificadamente recelosos ante su utilización. Lo cual explica la perplejidad puesta de manifiesto en este chiste de Cathy Thorne aparecido en su página web (Everyday People Cartoons) en septiembre de 2008: