lunes, 18 de abril de 2011

Contaminación radiactiva.


Hace unos dias (con fecha de portada 8 de abril de 2011) apareció en los kioscos el número 1 de una nueva revista de humor, titulada El Clímaco. No se trata, en realidad, del primer ejemplar, pues hubo un número 0, de presentación, que se publicó en marzo, pero es a partir del número 1 que la revista se plantea como semanal. Aunque incluye muchas secciones de texto, la historieta y el humor gráfico suponen una parte importante de su contenido, con aportaciones de autores como Josep Busquet, Alex Fito, José Miguel Álvarez, José Fonollosa e Idoia Iribertegui, entre otros.

Entre las secciones que parecen tener vocación de continuidad, se incluye una historieta de Josep Busquet y Manuel M. Vidal titulada Bar La Calle, que aborda el tema del accidente nuclear de Japón sobre el que venimos hablando en nuestras entradas anteriores:























En realidad, la reflexión en que se basa el chiste no es tan disparatada. Aunque en la fecha de elaboración de esta historieta aún no se había reconocido que la crisis nuclear de Fukushima alcanzaba una clasificación de nivel 7 en la escala INES (véase la entrada anterior de este mismo blog), hoy sabemos que se ha producido la liberación al exterior de materiales radioactivos con amplias repercusiones nocivas para la salud y el medio ambiente.

El gobierno chino ha anunciado que se ha detectado radiactividad procedente de la accidentada central nuclear de Fukushima en muy diversas zonas de China, si bien en niveles tan bajos que no representan un riesgo para la salud de su población.

¿Cómo puede diseminarse la radiación en el entorno?

En el caso de Chernobil, sabemos que el principal factor que intervino fue el viento: se liberaron sustancias radiactivas al aire, y debido al intenso calor provocado por el incendio (el reactor nuclear de Chernóbil incluía grafito, una sustancia que acumula calor, lo cual creó un incendio que tardó varios días en ser apagado y dificultó todos los trabajos), se elevaron en la atmósfera, dispersándose en ella. Aunque fundamentalmente el viento la dirigió a las estepas desiertas del norte de Ucrania, hay pruebas de que también se extendió a gran parte de Europa. No obstante, la radiación no se diseminó uniformemente por las regiones adyacentes, sino que se repartió de forma irregular dependiendo de las condiciones meteorológicas.

Otra posible forma de diseminación es a través de animales (que ingieran sustancias radiactivas) y sus productos, o a través de plantas (que puedan captar sustancias radiactivas en su superficie o incorporarlas desde el suelo, y sean transportadas posteriormente a otras zonas por el ser humano para su consumo).

En el caso de Fukushima, otra vía de diseminación puede ser, obviamente, el agua marina, junto a la flora y fauna marinas, pues se está vertiendo agua contaminada al océano.

Y aunque a nadie se le ocurriría la temeridad de que hacen gala los personajes del chiste de Faro (publicado en su propia página web: e-faro) con el que cerramos esta entrada, no cabe duda de que el organismo humano puede incorporar material radiactivo por consumo de alimentos contaminados, lo cual explica la necesidad de hacer análisis a los productos biológicos importados que procedan de zonas cercanas a Fukushima.