Desde que sabemos que en Japón se están vertiendo al océano miles de toneladas de agua contaminada con material radioactivo procedente de la planta nuclear de Fukushima, múltiples humoristas han mostrado preocupación por las consecuencias que dichos vertidos podrían tener para el medio ambiente.
El 30 de marzo, unos días después de que las autoridades japonesas recomendaran que los bebés evitaran beber agua del grifo debido a los elevados niveles de radioactividad detectados en ella, pues los niveles de yodo radiactivo detectado en el agua del grifo de Tokio eran de 210 bequerelios por kilogramo (el bequerelio (Bq) es la unidad internacional de radiactividad, y equivale a una desintegración radiactiva por segundo, siendo los límites recomendados como seguros por las autoridades sanitarias internacionales de 300 Bq para adultos y 100 Bq para bebés e infantes), Gras presentaba, en el número 1766 de El Jueves, un monstruo con aspecto de anfibio emergiendo de un vaso de agua:
Exactamente una semana más tarde, en el número 1767 de la misma revista, Jotajota especulaba sobre las posibles consecuencias que el vertido podría tener para la fauna marina:
Ramón, autor que publica diariamente en El País una tira protagonizada por animales (Hipo, Popo, Pota y T@mo), ha aludido reiteradamente al asunto en la última semana (véanse las tres tiras siguientes, correspondientes a los días 10, 13 y 14 de abril):
La desconfianza en la información ofrecida por las autoridades japonesas que se evidencia en esta última tira es otra constante reiterada en la obra de múltiples autores. Claros ejemplos de ello son, también, el chiste de El Roto aparecido en El País el 15 de abril, la tira de la misma fecha del propio Ramón, y el chiste que los norteamericanos Glenn y Gary McCoy presentaron el 2 de abril en su serie The Flying McCoys:
No obstante, esta semana Japón ha elevado la valoración de la catástrofe de la central nuclear de Fukushima a un nivel 7, el máximo de la Escala Internacional de Accidentes Nucleares (International Nuclear Event Scale, INES), una clasificación que propone el Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA) para "comunicar al público de manera rápida y coherente la importancia desde el punto de vista de la seguridad de sucesos asociados a las fuentes de radiación".
La escala en cuestión es la siguiente:
Niveles de gravedad de sucesos nucleares y radiológicos:
Nivel 0 / Debajo de la escala: Sin significación para la seguridad.
Nivel 1 - Anomalía: Problemas de seguridad menores sin impacto en la población o el medio ambiente. Por ejemplo, robo o pérdida de una fuente de radiactividad de baja intensidad.
Nivel 2 - Incidente: Exposición de una persona del público por encima de 10 milisieverts (mSv) o de un trabajador por encima de los límites anuales reglamentarios. Niveles de radiación superiores a 50 mSv/h en una zona de operación no prevista.
Nivel 3 - Incidente importante: exposición diez veces superior al límite anual establecido para la exposición de los trabajadores con efectos sanitarios no letales (quemaduras). Contaminación grave en una zona no prevista.
Nivel 4 - Accidente con consecuencias locales: liberación menor de materiales radiactivos. Al menos una muerte por radiación. Fusión de combustible o daño que provoca una liberación superior al 0,1% del inventario del núcleo. Liberación de cantidades considerables de materiales radiactivos dentro de una instalación.
Nivel 5 - Accidente con consecuencias de mayor alcance: liberación limitada de materiales radiactivos. Varios fallecimientos por radiación. Daños graves en el núcleo del reactor. Liberación de grandes cantidades de materiales radiactivos dentro de una instalación, con alta probabilidad de exposición del público, provocada posiblemente por un incendio o un accidente de criticidad grave.
Nivel 6 - Accidente importante: liberación importante de materiales radiactivos, que probablemente requiere la aplicación de las contramedidas previstas.
Nivel 7 - Accidente grave: liberación grave de materiales radiactivos con amplios efectos en la salud y el medio ambiente, que requiere la aplicación y prolongación de las contramedidas previstas.
Hasta este año, en la historia de la humanidad únicamente en una ocasión (el accidente de Chernobil) se había alcanzado un nivel 7.
El accidente de Chernobil (en Ucrania) tuvo lugar en abril de 1986, hace en torno a 25 años. Considerado uno de los mayores desastres medioambientales de la historia, sus enormes consecuencias pudieron atribuirse a una falta de seguridad adecuada en el diseño de la central afectada, la cual ni siquiera tenía estructuras adecuadas de contención. El que un accidente de magnitud equiparable tenga lugar ahora en Japón, un país que sin duda se encuentra en la vanguardia del desarrollo tecnológico, trae de nuevo a la palestra, y con fuerza, el debate sobre la seguridad de la energía nuclear.
Eneko, en 20 minutos, se adelantaba el 30 de marzo al anuncio de la gravedad del accidente con una viñeta que hacía evolucionar la representación gráfica de un átomo a una alegoría del cuadro impresionista El Grito (en noruego Skrik), del autor noruego Edvard Munch, una de las obras pictóricas que mejor han reflejado la desesperación (de hecho, la primera versión del cuadro llevaba, precisamente, este título) y la angustia: